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La apuesta del Eln

Ya la guerrilla del Eln ha hecho obvia su intención de acercarse al Gobierno colombiano para participar en las negociaciones de paz que hoy se adelantan con sus congéneres de las Farc. Lo han repetido varias veces, de cara a los medios, y de todas las formas posibles. Era obvia esta actitud.

El Espectador
06 de julio de 2013 - 10:00 p. m.

Incluso se han alineado en este objetivo con las Farc: a través de un comunicado conjunto en el que, palabras más, palabras menos, decían que la solución al conflicto interno de este país “pasa por la ineludible necesidad de adelantar conversaciones con toda la insurgencia colombiana”. El Gobierno, a través del presidente Juan Manuel Santos, también ha hecho sus guiños, que no se diga lo contrario. Tal y como lo revelamos en un completo informe a principios de este año, en la antesala de las discusiones de las Farc el presidente dijo que era claro que ambos grupos deberían tener una oportunidad.

Y la oportunidad se ha dado: supimos en su momento de los acercamientos que se han hecho gracias a toda esta diplomacia de fin del conflicto a través del diálogo que ha mostrado el Gobierno. Y si hubo acercamientos, y también existe voluntad de paz, ¿qué es lo que pasa que aún no se concreta nada? Sobre todo cuando la conversación en La Habana marcha pese a las diferencias jurídicas del fin de la guerra.

Lo primero, lo que ha exigido Juan Manuel Santos, es la liberación de todos los secuestrados. Esta guerrilla del Eln sí debería pensar en acabar con este flagelo (estrategia de guerra en la que ellos insisten como principal fuente de sostenimiento). La sociedad lo clama: de acuerdo con al fundación País Libre aún hay 17 secuestrados. La liberación en Arauca del cabo Carlos Fabián Huertas, sobreviviente de un ataque en Chitagá (Norte de Santander) luce como un primer paso positivo. Pero es necesaria no solo la liberación, sino la promesa de acabar con esta práctica arcaica, inhumana e inútil. Llegó la hora de las definiciones de la guerra. Así se puede empezar a hablar de paz.

Lo otro es que, pese a que hablen en conjunto, una y otra guerrilla son distintas. Su origen, su orientación, la manera en la que ideológicamente conciben ese país que han tratado de ganarse a los balazos y que, ojalá, puedan hacerlo en debates públicos.

  Un suspicaz diría que en el escenario de firmarse la paz con las Farc, esta petición reiterada suena mucho más a que no les queda otra opción que negociar. Puede ser. Eso es cierto al menos en términos reales. Pero sería contradictorio, el menos en términos históricos, decir que porque se siente acorralado es que el Eln pide desesperadamente una negociación: lo han buscado. Casi el doble de veces que las mismas Farc. Con Alfonso López, con César Gaviria, con Ernesto Samper, incluso le manifestaron al reciente expresidente  Álvaro Uribe Vélez su intención de hacer la paz hablando.

Así que esto no es algo nuevo. Que su realidad militar haya cambiado es un hecho diciente pero su voluntad de dialogar, al menos desde hace un largo tiempo, parece coherente. Está bien, entonces, que se acerquen a un Gobierno que ha avanzado bastante en este ideal que los colombianos tienden a apoyar.

La pregunta real aquí es ¿cómo sentarse a hablar? ¿En qué mesa? ¿En la misma de La Habana? Así ambas guerrillas lo pidan esto sería una mezcla hecha de manera forzada. Mucho mejor abrir la puerta a un escenario paralelo que pueda llegar a coincidir con la firma de la paz y la refrendación popular del acuerdo.

El Gobierno, de presentarse más señales de voluntad real del Eln, es quien tiene la palabra.

Por El Espectador

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