En éstas se evidenciaba el menudeo electoral adelantado por la hoy senadora y baronesa electoral durante los comicios de 2007 para la gobernación de Córdoba. Casado, en cabeza del movimiento Mayorías Liberales, trabajó para que Marta Sáenz ganara la candidatura del período 2008-2011. Y en efecto lo consiguió. Gracias a los tejemanejes de una muy bien aceitada maquinaria política, Sáenz obtuvo 241.874 votos y derrotó a su principal contendora, Margarita Andrade, por más de 30.000.
El poder político de Casado nunca fue un misterio. Siempre se supo que su marido, el ex congresista Juan Manuel López Cabrales, era la figura visible, mientras que ella era la verdadera madre de los votos. De ahí que cuando López Cabrales fue detenido y condenado por las autoridades, Casado asumiera de inmediato el mando. Un liderazgo que, sin embargo, no alcanzó sin dificultades. Por un lado, le costó trabajo poner en cintura a los “amigos de su marido” y, por el otro, no fue simple escaparse de la sombra de semejante condena para su marido, por firmar el Pacto de Ralito y dar dos secretarías de Córdoba a Salvatore Mancuso.
Tampoco fue fácil para Rafael Pardo, director del Partido Liberal, defender a López Cabrales y convencer a sus votantes de la trasparencia de Casado. Durante su frustrada aspiración presidencial siempre fue evasivo cuando se le preguntó por ella. El asunto estuvo en el ojo del huracán por buen tiempo y tuvo varios opositores, entre ellos la ex senadora Cecilia López. De hecho, se alcanzó a decir que el beneplácito de Pardo se debía a los 70.000 votos que le había puesto la baronesa para la consulta liberal el año pasado. Pese al escándalo y las sospechas, Casado salió bien librada: le otorgaron el aval y llegó al Senado con la más alta votación del partido. Los 140 mil votos, que la convirtieron en el cuarto sufragio de la corporación, hicieron que se dejara quieto su pasado.
La calma, sin embargo, le duró poco. Las grabaciones reveladas por El Espectador expusieron ya no los líos con los paramilitares, sino lo que para muchos es la única forma de hacer política en el país: el clientelismo. En ellas se habla de compra de ediles, líderes comunales y concejales, regalos a periodistas para que “abrieran los micrófonos” y hasta de sacos de arroz para un dirigente de Sahagún. Sumas más y sumas menos, fueron muchos los millones que quedaron documentados en las conversaciones de Casado con su marido, con Marta Sáenz y con un par de subalternos. Y esto a pesar de las advertencias de su marido, quien le insistía: “No hables de cifras, mi amor, se te olvida que estamos por estos teléfonos”.
Gran olvido, sin duda, para sus oscuros propósitos. Pero mucho menor que el de los colombianos que suelen, entre el ron de la campaña, perder de vista lo que realmente está en juego. Lo habitual de la práctica del menudeo electoral no minimiza su daño. En el caso particular de Córdoba, la corrupción ha dejado secuelas. Los dineros de las campañas tienen que recuperarse y no alcanza a pasar la posesión cuando se están cobrando los “favores”. El departamento se ha mantenido por las regalías de la mina de Cerro Matoso, pero su economía es débil y su actividad estrella, la ganadería, absorbe muy poca mano de obra. Es urgente la utilización eficiente de los recursos públicos para mejorar la salud y la educación, entre otros indicadores.
Es importante, pues, que la Fiscalía no deje en veremos las evidencias de los investigadores de la Corte Suprema. Y que los votantes no le den la razón a Marta Sáenz, quien en una de las conversaciones dice que no quiere que la apoyen de corazón, pues los corazones no son los que eligen.