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De marimba y palabreros

UN ENORME ENTUSIASMO HA GEnerado la inclusión de dos nuevas prácticas culturales colombianas dentro de la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por parte del Comité Intergubernamental para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial, de la Unesco, reunido durante noviembre en Nairobi.

El Espectador
07 de diciembre de 2010 - 11:00 p. m.

Se trata de las músicas de marimba y cantos tradicionales del Pacífico Sur, y del sistema normativo wayuu representado por los palabreros o pütchipü’üis. La designación se da como resultado del esfuerzo de las diversas entidades encargadas de la ejecución a nivel nacional del Plan Especial de Salvaguardia de estas dos expresiones culturales.

La primera de ellas constituye una de las mayores herencias de los pueblos afrodescendientes del suroccidente del país, no sólo en poblaciones rurales, sino incluso en las grandes ciudades de esta región. La música y cantos del Pacífico están ligados a diferentes ritos festivos, religiosos y funerarios interpretados tanto por hombres como por mujeres, y se transmiten como tradición de manera oral. La segunda representa la forma primaria de resolución de conflictos dentro de las comunidades wayuu, basada en la consideración fundamental del carácter sagrado de la vida humana y de la palabra como eje conector de las distintas dimensiones de su cosmovisión. Se trata de una serie de principios y prácticas que buscan la resolución de los conflictos dentro de las comunidades y que encuentran en el “palabrero” un árbitro neutral entre las partes para una respuesta pacífica, negociada y conciliada.

Muy por el contrario de la manera en la que ha sido recibida esta noticia en Colombia, la inclusión en la Lista representativa del patrimonio inmaterial de la humanidad no constituye un premio o una distinción internacional para nuestro país; no tiene ningún tipo de reconocimiento monetario ni un interés turístico. Se trata, más bien, de una manera de hacer visibles prácticas culturales invaluables que representan la diversidad de expresiones a lo largo del mundo, muchas de ellas en peligro de ser perdidas para siempre, y que merecen y exigen cuidado por parte de la humanidad. No es necesario recordar la situación de peligro en la cual se encuentran en nuestro país las comunidades indígenas y afrodescendientes, acosadas como lo están en estos dos casos por la presión de grupos armados legales e ilegales, por la acción de empresas transnacionales, por la miseria y por el olvido del que son objeto por parte del Estado. Aunque existe ya un Plan Especial de Salvaguardia de estas expresiones, una de las condiciones fundamentales para aspirar a la inclusión en la lista, la propia ministra de Cultura, Mariana Garcés, ha manifestado que esta distinción  debe llevar a la implementación efectiva de este plan, cosa que no parece ser condición de la inclusión en la lista.

La inclusión debe servir, más que como un motivo de orgullo, como un reconocimiento más de la necesidad de salvaguardar y proteger expresiones que están efectivamente en peligro en nuestro medio, así como la herencia de estas comunidades, sus tradiciones, su identidad, y el lugar que pueden llegar a ocupar en un ámbito internacional. En el caso del sistema normativo wayuu y de los palabreros, se los reconoce como una forma invaluable de resolución de conflictos de la que Occidente tendría mucho qué aprender, no sólo por su vocación pacífica, sino por el papel que en ella juegan el lenguaje, la palabra y el diálogo. Las formas culturales representadas por la música del Pacífico colombiano constituyen una aproximación única a la relación que tenemos con la vida, la muerte y la celebración de diferentes facetas de la comunidad, así como un testimonio artístico y estético irrepetible. El reconocimiento de la Unesco debe servir para que tomemos conciencia de la importancia de estas dos manifestaciones, y de las millones que abundan y que son tan fácilmente olvidadas.

Por El Espectador

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