Lo que está en juego

Muchos interrogantes están por resolverse este domingo, cuando los colombianos salgan a elegir a 32 gobernadores, más de mil alcaldes y más de 5.000 diputados y concejales.

El Espectador
21 de noviembre de 2007 - 01:26 p. m.

Muchos interrogantes están por resolverse este domingo, cuando los colombianos salgan a elegir a 32 gobernadores, más de mil alcaldes y más de 5.000 diputados y concejales. No solamente por las apretadas disputas en varias de las principales capitales y departamentos, que llevaron esta semana a una avalancha alucinante de acusaciones —con inusitado eco en medios de comunicación que parecieron haber tomado partido para tratar de dar vuelta a las tendencias de las encuestas—. Lo que está en juego va mucho más allá de esas luchas personales y de intereses, e incluso más allá de la medición de fuerzas con vistas a una aún muy lejana elección presidencial en 2010. Lo que está en juego tiene que ver con la posibilidad misma de que las regiones tengan un mejor rumbo.

El antecedente es dramático: en los últimos meses, el asesinato de 27 candidatos y amenazas a muchos más; en los meses precedentes, el destape de la ‘parapolítica’, como símbolo de la captura de los gobiernos locales por parte de los señores de la guerra. Qué tanto la política de seguridad democrática y el proceso mismo de la ‘parapolítica’ han servido, tanto para contrarrestar ese poder como para castigarlo, es una incógnita que ojalá los votantes puedan dilucidar positivamente este domingo. La anterior elección regional, en 2002, fue un verdadero fracaso democrático, está comprobado, y es necesario mostrar que se puede y quiere enderezar el camino y no repetir la historia, solamente que con nuevos actores de reparto.

El panorama, infortunadamente, no es esperanzador. La presión de las armas, así como las revelaciones sobre “preacuerdos” entre candidatos y grupos ilegales para repartirse los presupuestos municipales, apenas vienen a confirmar las variopintas advertencias sobre riesgos que se han emitido en la antesala de esta elección. La Misión de Observación Electoral ha identificado riesgo electoral en 576 municipios del país, el Gobierno habla de 79, la Defensoría del Pueblo de 403.

Un riesgo que, cualquiera que sea la cifra más acertada, resulta alarmante. Y que no solamente proviene de la violencia y el poder que de ella se deriva. La campaña ha estado caracterizada por denuncias de delitos contra el sufragio como tal vez nunca antes. Rifas, dinero en efectivo, electrodomésticos y hasta contratos de trabajo son algunos de los ofrecimientos que se hacen a diestra y siniestra para asegurar —comprar es una palabra más precisa— el voto. El anuncio del fraude también se hace evidente con los numerosos descubrimientos de retención de cédulas, por ejemplo. Y ni hablar del trasteo de votos, cuando se conoce de campañas que han fletado desde hace meses el transporte público para ponerlo a su servicio este domingo.

Ante estos desafíos a la democracia, la respuesta de los electores se resume en una verdad de Perogrullo: es necesario elegir bien para pensar en un mejor futuro. Además porque, si bien no despiertan el mismo interés que las nacionales, estas elecciones regionales son mucho más determinantes para la calidad de vida de los ciudadanos. En manos del poder local están los servicios públicos básicos, la planificación y ejecución de obras, el medio ambiente, el manejo de los recursos para la salud y la educación... Resulta inconcebible, por tanto, que los ciudadanos las miren con desdén y no muestren interés en guiar a través de su voto las políticas públicas. Es mucho lo que está en juego este domingo y el país enfrenta a nivel local tantos retos, que no es momento para dejar que sean otros quienes decidan por uno. A votar, pues.

Por El Espectador

 

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