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Asear la salud colombiana

Para tener una salud digna, humana, que trate bien a los pacientes y sea una opción vital viable para los operadores, necesitamos erradicar esos nidos de corrupción y clientelismo en que se han convertido las instituciones como Caprecom.

El Espectador
29 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.
Caprecom es la muestra de todos los problemas que tiene el sistema de salud colombiano.
Caprecom es la muestra de todos los problemas que tiene el sistema de salud colombiano.

El Ministerio de Salud termina el 2015 cumpliendo el rol de aseador: la liquidación de Saludcoop hace poco más de un mes y ahora la de Caprecom, son su apuesta para cortar de raíz los principales problemas de corrupción y desperdicio de recursos que plagan el sistema de salud colombiano. Ahora que por fin parece existir un plan de choque coherente, y que estamos encaminados a purgar la mano pública de la administración de la salud, el cadáver de Caprecom sirve como muestra de todo lo que ha venido saliendo mal en esa área y como inolvidable advertencia si el país quiere mantener la esperanza de contar algún día con un sistema de salud eficiente y protector de los derechos de las personas.

Caprecom seguirá siendo, hasta el 1º de enero del año entrante, la EPS más grande del régimen subsidiado en el país. A su cargo tiene poblaciones vulnerables como los niños del ICBF, los presos o las víctimas del conflicto. En total cuenta con 2,2 millones de usuarios que, con la entrada del 2016, serán tasladados a otras EPS de la siguiente manera: 868.000 irán a Nueva EPS y el resto se distribuirá en otras 14 EPS. Sin embargo, Minsalud tiene un reto mayor que con Saludcoop pues, entre los múltiples problemas de Caprecom, la base de datos de usuarios está en mal estado. Sí, la EPS no está segura de quiénes son sus afiliados. Hasta ese punto llegó la crisis.

Como lo dijimos en el caso de Saludcoop, la prioridad debe ser garantizar que los afiliados no se vean afectados. El ministro de Salud, Alejandro Gaviria, ha mostrado que ese también es su interés. Sin embargo, no deja de preocupar que las otras EPS, que van a recibir a los usuarios, también tienen sus problemas. Hace poco Aldo Cadena, secretario de Salud ad hoc para Capital Salud —que recibirá cerca de 160.000 usuarios en Bogotá—, le expresó a El Espectador su temor de que los nuevos pacientes agraven la crisis por la que pasa la EPS. El problema no parece tener una solución próxima.

Por eso es tan importante que por fin se estén tomando medidas drásticas. Como se lo dijo a este diario un funcionario cercano al proceso de liquidación, Caprecom “es una entidad que fue capturada políticamente y por eso mismo se convirtió en un foco de corrupción”. Sus falencias ahora nos sirven de radiografía de todo lo que está mal en el sistema de salud: políticos que torpedean el bien colectivo con fines particulares egoístas e ilícitos, burocracias obesas plagadas de corrupción, desfalcos que se quedan en la impunidad y que el Gobierno termina debiendo solventar, y deudas por malos manejos que se acumulan hasta desbordarse causando daños para los usuarios y las personas que trabajan en el sector salud.

De todo lo que puede decirse, nos quedamos con una cifra: además de los $1,4 billones que Caprecom les debe a hospitales, en su mayoría públicos, lleva dos meses sin pagarles el sueldo a los más de 1.500 trabajadores que prestan sus servicios, deuda que, a la fecha, alcanza los $14.000 millones.

Para tener una salud digna, humana, que trate bien a los pacientes y sea una opción vital viable para los operadores, necesitamos erradicar esos nidos de corrupción y clientelismo en que se han convertido las instituciones como Caprecom. El primer paso, sí, es liquidarlas, pero también queremos ver responsabilidad fiscal y penal por todo el dinero robado y malgastado. Si quienes han secuestrado la salud de los colombianos siguen cobijados por la sombra de la impunidad, no hay motivos para pensar que no seguirán haciendo lo mismo.

Todavía le queda mucho aseo por hacer al Ministerio de Salud.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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