Barcelona demuestra su grandeza

El Espectador
19 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.
Los barceloneses han sido uno solo, como en las demás ciudades europeas con anterioridad, para expresar un rotundo “no tenemos miedo”. / Foto: AFP
Los barceloneses han sido uno solo, como en las demás ciudades europeas con anterioridad, para expresar un rotundo “no tenemos miedo”. / Foto: AFP

El atroz atentado ocurrido en Barcelona y territorios aledaños, así como los apuñalamientos en Turku, Finlandia, se suman a la ola sangrienta desatada por el denominado Estado Islámico (EI). El rechazo y la condena frente a este tipo de actos demenciales debe ser total y sin ambages. Mientras en grandes ciudades del mundo aumentan las labores de contingencia y la vigilancia frente a las células terroristas, estos militantes del horror se las ingenian para sembrar la muerte a su paso. Los barceloneses han sido uno solo, como en las demás ciudades europeas con anterioridad, para expresar un rotundo “no tenemos miedo”.

Este cobarde atentado es una nueva afrenta a la paz, a la civilidad, a la tolerancia, al respeto por las vidas de los civiles inocentes que gozan de sus vacaciones. En este caso afectó a 14 personas, entre ellos niños, y más de 100 heridos, ciudadanos de 35 países. La elección del lugar, la participación activa de personas de origen marroquí, vinculadas al EI, divididas en varios grupos, demuestra una vez más la forma en que operan los yihadistas. El objetivo principal de su acción sigue siendo generar terror e infundir miedo. En este caso, como en los anteriores atentados, la población se ha volcado a la calle, como una sola voz, para rechazar la intimidación y decirles a los violentos que los amantes de la paz son muchísimos más y que su mensaje de odio no va a calar. A pesar de las divisiones entre Cataluña y Madrid, todas las fuerzas políticas se unieron para demostrar que, más allá de los eventuales problemas, son uno solo cuando se trata de defenderse de un enemigo común.

La Rambla es uno de los lugares más emblemáticos de Barcelona, una bella ciudad en la cual la arquitectura y la cultura en todas sus manifestaciones hacen las delicias de los miles de turistas que recibe a diario. De allí que, luego del sangriento atentado en Atocha, en 2004 en Madrid, las autoridades españolas habían extremado las medidas de seguridad. Sin embargo, esta nueva modalidad de utilizar un vehículo a toda velocidad para atropellar a la mayor cantidad de transeúntes posible ha demostrado su macabra eficacia. Como lo dijera un analista de temas de seguridad, “es el principio de los objetivos blandos (…) Cualquier concentración de civiles es un objetivo. Y hay miles de concentraciones de multitudes”. Según Frédéric Gallois, el EI “llama a sus militantes a utilizar cualquier medio a su disposición, un vehículo, un cuchillo o una piedra”, dado que aumenta exponencialmente los objetivos y no requiere de grandes presupuestos. Ese es el motivo de mayor preocupación.

El promedio en Europa en los últimos tiempos es de un atentado cada mes o mes y medio. Ahí están los casos del concierto en Mánchester, con 22 muertos; Berlín, 12 fallecidos el año anterior; Niza, 84 muertos y 300 heridos; Bruselas, 32 muertos y 300 heridos, así como en París los 130 muertos en una sala de conciertos y los 12 fallecidos en el ataque a la revista Charlie Hebdo, los dos últimos en 2015. A lo anterior hay que añadir los ataques con cuchillos, machetes y más atropellos en distintos puntos del Viejo Continente.

A pesar de la resiliencia demostrada, infortunadamente estos hechos continuarán sucediendo. Mientras los fundamentalistas pierden terreno en Irak y Siria, continuarán trasladando la guerra a Europa para afectar de manera directa a sus ciudadanos. Unos meses atrás algunos países decidieron adoptar medidas radicales contra los migrantes que llegaban a Europa en marejadas, huyendo del conflicto y del hambre. Pero no lograron acabar con los atentados. Buena parte de los mismos, como se ha demostrado, han sido perpetrados por personas de origen árabe que tienen nacionalidad europea. Esto es lo que hace mucho más difícil la lucha contra el terrorismo. Toda la solidaridad con España, Cataluña, las familias de las víctimas y los heridos. Barcelona ha demostrado que no tiene miedo.

 

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Por El Espectador

 

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