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Bioeconomía en serio

Si el Gobierno es serio con su compromiso, se esperarán señales claras en al menos dos frentes.

El Espectador
26 de septiembre de 2016 - 02:00 a. m.

Importante el anuncio del presidente de dar un impulso a la llamada bioeconomía. Se presentó como todo un cambio de rumbo en la visión del desarrollo, a partir de la puesta en valor de la biodiversidad. Se propuso incluso como alternativa al controvertido glifosato, como lo mencionamos en su momento, para superar la necesidad de seguir fumigando la gente y los ecosistemas. Alimenta la esperanza en una paz con reconciliación con el ambiente. Pero ¿estamos frente a otra forma de retórica desapegada de la realidad? Si el Gobierno es serio con su compromiso, se esperarán señales claras en al menos dos frentes.

El primero es que la riqueza de la biodiversidad en sí misma no es riqueza económica. Entre lo que nos dio la naturaleza y lo que cuenta en la economía hay un enorme vacío que sólo se supera con inversión en ciencia y tecnología, y en la puesta en valor del conocimiento local.

Para ello, por mencionar sólo un ejemplo, Colombia ya cuenta con el Instituto Humboldt, que ha promovido o creado toda una red de actores sociales e institucionales centrados en la gestión del conocimiento de la biodiversidad. Desde la diversidad genética y de especies, el diagnóstico del estado de los ecosistemas y sus transformaciones, hasta la adaptación de comunidades locales, para quienes los recursos biológicos son parte esencial de su identidad y forma de vida, el acervo de conocimiento pertinente es enorme.

El Humboldt es hoy ampliamente reconocido a nivel internacional como un centro de pensamiento en la acción. Aunque ha contado con el apoyo decidido del Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, y recientemente, con mayor fuerza, de Colciencias, el Gobierno no parece usar siempre sus resultados, algunos de los cuales quedan archivados como “verdades incómodas” cuando no sirven a los intereses del corto plazo.

Mirando a futuro, es evidente que las capacidades allí instadas siguen siendo inferiores a los nuevos retos que planea el presidente. Se esperaría, pues, un refuerzo decidido de éste y los otros institutos del Sistema Nacional Ambiental, afianzando su relación en la construcción de política pública.

El segundo fundamento de la bioeconomía es la gestión integral de la biodiversidad, porque no podría hablarse de crear valor económico en un lado si por el otro se está destruyendo valor ambiental.

Es verdad que el país cuenta con instrumentos de ordenamiento territorial, pero falta integrar la gestión del conocimiento de la biodiversidad. Aquí los retos son enormes. Mucho de ello está esbozado en la Política de Gestión Integral de la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos, pero faltan capacidades dentro del Sistema Nacional Ambiental y el Sistema de Ciencia y Tecnología para crear protocolos de gestión de biodiversidad para la agroindustria, la minería, las transformaciones urbanas, las carreteras y el sector hidroenergético. Sin una gestión de la biodiversidad en los temas agrarios, el posconflicto estaría dando un salto hacia el siglo pasado.

Tampoco hemos integrado como país la gestión de la biodiversidad con la adaptación al cambio climático. Un mandato renovado para el mismo Instituto Humboldt podría ser construir una gran alianza público-privada para la gestión del conocimiento de la biodiversidad.

Suena bien bioeconomía, como ya suena hablar de Colombia como un país megadiverso. Se esperan entonces pasos para consolidar sus fundamentos, en términos del conocimiento y el tratamiento que damos al territorio. Buen reto ha planteado el presidente.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

 

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