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Aunque todavía falta mucho trecho, hay otros motivos para tener esperanza sobre el futuro educativo de los colombianos.

El Espectador
19 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
Tener en cuenta el nivel socioeconómico de la población impactada, la metodología utilizada en las aulas de clase, el costo de pensión, la estratificación, la ubicación geográfica y el género del plantel, al momento de realizar listas de los mejores colegios, es una excelente idea para alejarnos de las urbes y de los centros educativos privados con excelente calidad, pero altísimos precios. Así podemos atacar la desigualdad del país. / Foto: Cristian Garavito
Tener en cuenta el nivel socioeconómico de la población impactada, la metodología utilizada en las aulas de clase, el costo de pensión, la estratificación, la ubicación geográfica y el género del plantel, al momento de realizar listas de los mejores colegios, es una excelente idea para alejarnos de las urbes y de los centros educativos privados con excelente calidad, pero altísimos precios. Así podemos atacar la desigualdad del país. / Foto: Cristian Garavito

Los resultados de las pruebas publicados hace un par de semanas, que miden cómo están los estudiantes colombianos y de otros países en varias áreas del conocimiento, fueron justo motivo para que el gobierno de Juan Manuel Santos sacara pecho y reiterara su compromiso con que Colombia sea el país más educado en América Latina en 2025. Aunque todavía falta mucho trecho, y hay consideraciones que pueden plantearse sobre el énfasis que se le ha dado a ese examen, también hay otros motivos —como los llamados “colegios cohete”— para tener esperanza sobre el futuro educativo de los colombianos.

El presidente Santos dijo que “hay un motivo grande de satisfacción: las PISA revelan que Colombia está entre los únicos tres países que mejoraron su desempeño sustancialmente en todas las áreas evaluadas”. Tiene razón. En ciencia, por ejemplo, es el segundo país que más ha mejorado desde 2006, aumentando 28 puntos en su promedio. Por otra parte, subió cuatro posiciones en el ranquin general de lectura, superando a Brasil, México y Perú, y en matemáticas subió una posición.

Seguimos estando, no obstante, por debajo del promedio de los países de la OCDE, y aún estamos lejos de Chile, referente en la región. Pero los analistas han indicado que estos resultados deben leerse dentro de un contexto de mejoría después de varios años de estancamiento, y siempre teniendo en cuenta que los procesos educativos, por su naturaleza, tardan años en poder evaluar su rendimiento.

Entre las preguntas que surgieron después de los resultados estuvo una particular sobre la preparación que el Gobierno motivó especialmente para las pruebas PISA. ¿Estamos corriendo el riesgo de crear colegios diseñados para responder a esas pruebas? ¿Eso puede considerarse como la educación de calidad que necesita Colombia?

Aquí podemos valernos de una medición distinta que nos invita a pensar en cómo vamos a construir un sistema educativo mucho más incluyente. La Fundación Alberto Merani tardó seis años en analizar los datos de 13.000 instituciones educativas del país con una intención: ver cuáles mejoraban más rápido y considerablemente. De esta manera, y enfocándose en los colegios públicos y aquellos privados con una pensión mensual inferior a $130.000, encontraron que el 1 % de los colegios del país, denominados “cohetes”, mejoran rápidamente en su desempeño año tras año. Ahí deberíamos enfocar nuestra mirada para ver cómo lo replicamos.

Tener en cuenta el nivel socioeconómico de la población impactada, la metodología utilizada en las aulas de clase, el costo de pensión, la estratificación, la ubicación geográfica y el género del plantel, al momento de realizar listas de los mejores colegios, es una excelente idea para alejarnos de las urbes y de los centros educativos privados con excelente calidad, pero altísimos precios. Así podemos atacar la desigualdad del país.

Entonces, además de celebrar el desempeño en las PISA, qué útil sería estudiar el ejemplo de la Fundación Pies Descalzos (en Barranquilla), Los Santos Apóstoles (en Cúcuta), el Francisco Luis Hernández Betancur (en Medellín), el Gónzalo Jiménez Navas (en Floridablanca), el Adelaida Correa Estrada (en Sabaneta) y todos los otros cohetes identificados por la Fundación Alberto Merani. A ver si podemos seguir por el buen camino de tener la Colombia más educada y de manera equitativa.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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