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Cambio de ministro

El día de ayer renunció el ministro Rodrigo Rivera, encargado por el gobierno de Juan Manuel Santos de conducir la cartera de Defensa. Muchos factores promovieron su renuncia. Están los que provienen de la sociedad.

El Espectador
31 de agosto de 2011 - 11:00 p. m.

Las críticas más ácidas y mordaces del periodismo de opinión atacaban, más que a cualquier otro, a este ministerio. Sectores sociales fuertes estaban en su contra por el tema de la “percepción” de seguridad, repetida por Rivera en más de una ocasión. La gente del común miraba con algo de miedo una supuesta recomposición de la guerrilla durante su gestión, y así lo manifestaban a diario.


Han opinado también algunos “viejos zorros” de la política. Rafael Pardo y Gustavo Petro dijeron que, al parecer, la fuerza pública y el Gobierno sufrían un no tan conveniente distanciamiento que ayudó a impulsar la renuncia del exministro.


Con todo, puede decirse a ciencia cierta que su renuncia era algo que se veía venir. La más previsible de todas. Los otros ministerios no siempre son aplaudidos —puede decirse que sí, en la mayoría de las ocasiones— pero su seriedad nunca se pone en duda, o no por lo menos en grandes sectores de opinión. Rivera fue duramente criticado debido a que el tema de la seguridad, desde hace más de 10 años, es la prioridad de los colombianos y, como lo admitió él mismo, no lo cuidó con el recelo que se esperaba. Sin lugar a dudas es el ministerio más difícil de dirigir, ya que todos los ojos están encima de él. ¿Y qué vieron los colombianos en estos tiempos de Rivera? Que las llamadas bacrim azotaron departamentos como Córdoba, Antioquia o Cauca, que los índices de seguridad ciudadana estaban por el piso, que las amenazas a los candidatos de octubre eran un problema insostenible estando apenas a un mes de elecciones. Y así continuaba.


Rodrigo Rivera presentó una carta haciendo un balance de su gestión. En este documento puede leerse a un sereno exministro que expone tanto sus éxitos como sus fracasos. Una frase de todo el comunicado —que se queda un poco corta, es verdad— resume la poderosa razón de su salida: “las buenas cifras aún distan mucho de lo que una sociedad como la nuestra se merece y espera. Es el falso dilema entre realidad y percepción que yo más bien rebautizaría como el contraste entre realidad y esperanzas justificadas de la gente”. Y es un buen balance. Las cifras, en un país como Colombia que tiene a la seguridad por prioridad, no le alcanzaron al exfuncionario. La percepción de inseguridad que tanto alegó tenía fuertes repercusiones materiales en distintos lugares del país. Nada fácil, además, alcanzar la alta barra (en resultados) que dejó Santos cuando ocupó la misma cartera en el gobierno pasado.


Y ya se fue Rivera. Tan rápido como se podía leer su carta de renuncia, Santos ya tenía nuevo ministro: Juan Carlos Pinzón, el antiguo secretario general de la Presidencia. Un hombre altamente preparado, experto en temas económicos y asesor en múltiples campos de aplicación de su trabajo, desde la academia hasta el alto Gobierno. Puede que en manos de él las cosas mejoren y buenos vientos se respiren en el futuro.


Sin embargo, no hay duda de que le espera el reto de su vida. Asumir el Ministerio de Defensa será tener en sus manos la tarea que más preocupa a los colombianos. Tendrá que enfocarse, por supuesto, en los temas clave del momento: las elecciones de octubre y el creciente azote de las bacrim a la seguridad ciudadana. Tendrá, asimismo, que dirigir todo el proyecto que dejó su predecesor: desde el Plan Integral de Seguridad y Defensa para la Prosperidad, hasta la política de legitimidad y respeto por los derechos humanos, todos impulsados por Rivera y mencionados en su carta de renuncia. Es difícil, sí, pero todos estamos a la espera de un cambio favorable.

Por El Espectador

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