Chávez: pura especulación

El Presidente reelecto, pero sin posesión, de Venezuela, Hugo Chávez, después de dos meses de estar sometido a tratamientos médicos y quirúrgicos en Cuba, sin comunicación con el mundo, en medio de los chismes y las fotografías falsas, todo debido al hermetismo propio que tiene la salud de los mandatarios de esta parte del mundo, regresó a Caracas, para gozo de sus seguidores.

El Espectador
21 de febrero de 2013 - 06:02 p. m.

Tranquilidad momentánea, sin embargo, porque más allá de la foto que se ha distribuido (que suponemos real), de un Hugo Chávez sonriente —convaleciente, sobre todo— al lado de sus hijas, no sabemos nada más acerca de él. Ni de sus capacidades motrices, ni de si va o no a asumir la Presidencia que ganó ni cuánto tiempo más alargará el compás de espera para tomar una decisión por Venezuela. Lo único que se puede decir acerca del coronel es que, así esté en Caracas, su condición sigue siendo una pregunta abierta. El día que el mandatario la cierre de frente —como debe—, se destaparán las cartas reales, tan importantes para ese país en términos políticos. Por lo pronto, sólo se puede seguir especulando.

Pensar en Nicolás Maduro es lo más obvio. El vicepresidente ha demostrado que tiene capacidad de gestión y la lógica dicta que podría convertirse en el jefe de Estado de su país. El juego al que, en apariencia, le está apostando el gobierno venezolano es dejar que Maduro se muestre cada vez más como el presidente de la Nación, como el jefe de Estado propiamente dicho. Tal vez por eso los tiempos de la posesión se han corrido tanto. Puede que el proyecto chavista continúe con otro hombre al mando. Pero, ¿cuánto tiempo aguantará esa tesis? ¿Debería Chávez tener un plazo definido para posesionarse? Lo segundo es que renuncie. Lo cual depende de la gravedad de su enfermedad.

Lo mejor para el proyecto bolivariano (que ya demostró que es invencible en las urnas) es que Chávez se quede en Venezuela usando las herramientas de promoción que tenga disponibles. La segunda posibilidad mostraría qué tanto es una persona (un nombre, una presencia, una forma de dar el discurso) la que se impone por encima de un proyecto político. Los retos reales son para la oposición: buscar candidato, unirse en torno a una idea, hacer una coalición digna. Si de algo puede preciarse la oposición venezolana es de que, hasta la aparición de Henrique Capriles, ha hecho las cosas bastante mal.

La ventana de oportunidad podría abrirse y un nuevo panorama respirarse. Sería un alivio en términos democráticos, pese a todo lo logrado en términos electorales y políticos por el gobierno de Hugo Chávez. La pregunta es quién, qué cabeza visible de la oposición podría enfrentársele a ese fenómeno electoral. ¿Estaría dispuesto Capriles a renunciar a la gobernación en Miranda para subirse de nuevo a una campaña presidencial? ¿Arriesgaría tanto? Si no es él, la oposición debe buscar a otro que tenga esa misma capacidad y el carisma con los que dio una verdadera sorpresa en las cuentas finales de las votaciones pasadas.

Chávez está. Por ahora. Sin embargo, sería muy bueno que el futuro de su país se definiera pronto y que no se dejara a la simple especulación de quienes opinamos sobre ello. La reserva no nos deja alternativa, pero el reflejo en la realidad política puede ser contraproducente. Lo que ocurre allá es, además, una muestra irrefutable de la necesidad de un país de saber, regular y aprender sobre la salud de los mandatarios. No sentaría mal una propuesta de esta índole en Colombia. Insistimos en eso.

Por El Espectador

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