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Chuzones a la paz

Preocupa bastante que al jefe negociador del Gobierno en La Habana, Cuba, el señor Humberto de la Calle, cabeza principal de los diálogos que se adelantan con la guerrilla de las Farc para acabar el conflicto, le intercepten ilegalmente su correo electrónico.

El Espectador
01 de octubre de 2014 - 03:11 a. m.

Por supuesto que dicha acción obedece a una sola cosa: sabotear el proceso de paz, generando una posible desconfianza en una sociedad que, hasta ahora, tuvo la oportunidad de acercarse un poco más a él por cuenta de la desclasificación de algunos acuerdos. Muy oportuno empezar a divulgar, tergiversándola, información de otro tipo que se encuentre en el correo del jefe negociador De la Calle. Ese es un riesgo que, como sociedad, no podemos correr. Es una trampa.

Esto deja ver, sin atisbo de duda, que ni tan agazapados están los enemigos de la paz. Y que para que este país pueda respirar tranquilo, las autoridades no pueden descansar hasta encontrarlos y mostrar sus alcances. Porque bien largos sí deben tener los tentáculos quienes llegan hasta el correo de un funcionario público de tan alto nivel. ¿Quiénes son? ¿A quién obedecen? ¿Qué interés tienen en todo esto? ¿Nacionalismo exacerbado? ¿Lo contrario? No sabemos. No podemos, sin embargo, quedarnos con esas dudas y seguir usando la misma expresión etérea para definirlos. Ahí deben estar, chuzando otros correos.

La primera pista que las autoridades encontraron fueron los mensajes extraños que salían y entraban al correo del jefe negociador. La Dirección de Inteligencia de la Policía (Dipol) descubrió que algunos de los instrumentos que De la Calle tiene a la mano fueron vulnerados por lo menos 17 veces: su teléfono, su tableta, su computador portátil. Ya todo llegó a manos de la Fiscalía: el mismo grupo de fiscales que investiga el supuesto espionaje que realizó el hacker Andrés Sepúlveda asumió la investigación de esta nueva oleada de delitos. Calificaron la situación como riesgosa para la “seguridad nacional”. Ciertamente lo es.

No sólo por lo que puede usarse en contra de un proceso que avanza lentamente y al cual deben hacerse las críticas más precisas basadas en verdades, sino porque deja ver lo débil que está nuestra institucionalidad. Parecen de caricatura todas las noticias que hay sobre las chuzadas: las ha habido desde al presidente de la República hasta a un jefe guerrillero; nadie se salva. Eso deja ver el precario estado de las cosas. La falta de fortaleza institucional y de seguridad (contrainteligencia, la llaman los gurús) que hay en este país.

Por supuesto, queremos hallar a los culpables. Y, por supuesto, queremos despejar las dudas que enunciamos al principio de este comentario. Pero lo necesario es que exista una seguridad de datos más estructurada para nuestros dirigentes. No puede ser que, de buenas a primeras, cualquier civil monte en una tienda todo un aparato de espionaje a funcionarios del Estado y nadie se dé cuenta de eso, salvo por unos “extraños” mensajes que se encuentren en el computador de uno de ellos. La estabilidad social también depende en gran parte de que esto no suceda más. El riesgo que denuncian algunos podría estar multiplicándose con el paso de los días. Así que es hora de abandonar las trabas: hay que encontrar a esos enemigos de la paz y adoptar una medida preventiva para que sus prácticas entren en desuso.

Por El Espectador

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