Publicidad

Congreso, de nuevo

El domingo se instaló el Congreso que los colombianos elegimos para una nueva legislatura: caras nuevas y viejas, pesos pesados de la política colombiana, ambiciones de cambiar el rumbo del país que se dividen, básicamente, entre gobiernistas y opositores (tanto de derecha como de izquierda). Todo.

El Espectador
22 de julio de 2014 - 01:59 a. m.

Un amplio espectro que dará de qué hablar, mucho más allá, estamos seguros, que el Congreso de los cuatro años pasados que enhorabuena se acabaron. La democracia merece eso: un foro de discusión, tal y como está planteado en la teoría: el lugar donde la representación de los intereses se hace efectiva y justa.

No va a ser este Legislativo un apéndice del Ejecutivo, como tantas veces se le tildó al pasado. O al menos eso esperamos: no tener que ver los proyectos del gobierno pasados a pupitrazo limpio sin deliberación alguna. Y de dirigir buenos debates son responsables todos aquellos líderes de opinión que quedaron elegidos: Angélica Lozano, Jorge Robledo, Álvaro Uribe, Horacio Serpa, entre tantos otros. Harto espectro político e ideológico hay para representar en este país: mucha gente que espera que sus posiciones estén ahí presentes. Por lo tanto, no es el tiempo de la mezquindad.

La petición es la misma que siempre hacemos desde estas líneas: que los intereses personales no agoten los designios de las instituciones de la patria, que muy por encima están de los nombres.

Y para dar el ejemplo, ese ejemplo, insistimos, están nuestros líderes más prominentes. De nada sirve que hayan llegado a esta instancia si los debates se van a ahogar en el marasmo inútil de las peleas intestinas entre ellos: no pagamos para ver a un circo. Votamos para ver un Congreso en ejercicio. ¿Serán capaces? ¿Sí estarán a la altura de sus propios discursos y movimientos políticos? Esperamos que sí.

Porque muchos son los asuntos que deben pasar por ese Congreso para que este país cambie de alguna forma: empezando por los temas neurálgicos de salud, educación y justicia que, por donde se les vea, están en crisis agravada desde hace años (los enfermos sin hospital, los alumnos sin educación, los encarcelados sin condena y tantas otras cosas) hasta el tema grueso de la paz y el posconflicto. Esa sociedad que viviría en el futuro sin el conflicto armado con la guerrilla de las Farc y para la que se abriría, lo hemos dicho, una puerta que ha estado cerrada por 50 años: la de los cambios estructurales en lo social que tanta falta hacen en medio de la guerra, que se ha chupado todo, desde los ingresos hasta los intereses públicos.

La oportunidad, entonces, está a la vuelta de la esquina. Sabemos de sobra, por supuesto, que los partidos han expuesto ya cuáles son los proyectos por los que van a luchar durante esta legislatura. Más leyes y más leyes, y más tinta en cuadernos oficiales. Intrascendentes los unos, importantes los otros, creemos que todo el esfuerzo conjunto debería ir a un impulso sistemático, general y mayor. El debate fundamental que inspire los cambios de este país. Y si bien es en esos temas donde los legisladores (al menos los más prominentes) tienen diferencias hondas, un debate sí puede hacerse de cara al país. Una minoría ideológica, al final, puede quedar inmersa dentro de estas reformas. De eso, justamente, es de lo que se trata la democracia como la entendemos nosotros. Ojalá no sea demasiado tarde para que esto se dé. De nuevo, insistimos como nunca, depende de los líderes. Veremos.

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar