A cuatro meses

La democracia es más de lo que usualmente se cree: conceptualmente no es sólo que el que consiga más votos gana y gobierna (o legisla).

El Espectador
17 de junio de 2015 - 02:36 a. m.

Parte del éxito de una democracia va más allá de sumar votos a lo que dé y alcance, sino que comprende respetar el juego institucional y normativo que hay alrededor: lo primero debe existir con respeto a lo segundo.

Dicho mejor: la democracia funciona cuando el que gana tiene incorporado el respeto de todas las normas restantes que regulan el juego democrático. Es una cuestión de forma que redunda en el fondo.

En Colombia tenemos mucho de lo primero y poco de lo segundo. Y eso asusta, sobre todo cuando nos encontramos a cuatro meses de decidir quiénes serán los políticos que han de gobernar lo local. Si bien la cosa mediática se centra mucho en Bogotá (el alcalde es considerado el segundo mandatario más importante del país) y en las principales capitales, poco o nada es lo que conseguiremos como país si la democracia no asegura una limpieza estricta en estas elecciones. Para que ella exista debe haber un voto libre e informado, candidatos libres de cuestionamientos, escrutinios parejos donde no haya escándalos y evitar el trasteo de votos. Nos falta.

Asusta, entonces, esa renuncia que comunicó (y que el Gobierno no aceptó) del presidente del Consejo Nacional Electoral, Emiliano Rivera, por, palabras más palabras menos, no contar con el presupuesto necesario para lograr ese objetivo. Quedó mejor expuesto por él mismo en una entrevista que le dio a este diario el domingo pasado: “Si no legitimamos la democracia, si no hacemos el filtro que se necesita para que en las elecciones ganen los mejores, vamos a tener pésimos gobernantes. Pero no tenemos las herramientas. Necesitamos recursos, independencia y fortaleza institucional (...) no tenemos cómo enfrentar unas mafias políticas que se han enquistado en la democracia y que se han adueñado del poder local para desangrar el presupuesto, para manejar la minería ilegal y las rutas del narcotráfico”.

Asustan, también, los reportes de riesgo que tienen varias zonas de Colombia en la mira de las autoridades que se encargan de hacer la curaduría electoral: en Sucre, por ejemplo, vuelven a sonar (así no sean candidatos, sino caciques políticos) los nombres del cuestionado exrepresentante Yahir Acuña y la inmortal Enilce López, alias la Gata, quienes tienen voz para poner candidatos a su antojo.

Pero en otras partes también: en Caquetá, por ejemplo, el cargo a la Gobernación se debate entre dos pesos pesados de la región, el exalcalde de Florencia Álvaro Pacheco Álvarez, que lleva tres meses libre, y Arnulfo Gasca, apodado el “patrón de patrones de la región”. Podríamos seguir, pero no hace falta. Este conjunto de hechos (la renuncia del presidente del CNE y los reportes de riesgo) son suficientes para darnos cuenta de que en este país hacen falta unos controles grandes para que las elecciones no se perviertan.

Cuatro meses nos parece un período corto para solucionar tantos problemas: al menos para prevenirlos, que es como se diseñan las instituciones democráticas. ¿Podremos cumplirle al país?


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Por El Espectador

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