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Cuestión de salud pública

“En situación de epidemia", decía el encabezado de un boletín epidemiológico que publicó el Instituto Nacional de Salud con corte del 9 de febrero de este año.

El Espectador
17 de noviembre de 2013 - 11:00 p. m.

Se refería el informe a la enfermedad del dengue, una de carácter infeccioso que es transmitida por mosquitos y puede evolucionar hasta volverse mortal. Febrero, dijimos. Al presente la cosa, como resulta obvio pensar, se ha agravado: hay en Colombia, en lo que va del año, 110.036 casos, 3.000 de los cuales son los que se califican como “de tipo grave”. De miedo.

Ahora, para que se entienda, el aumento con respecto a 2012 es de 151%, un exabrupto completo. El director del Instituto que da estos datos dice que son varios los factores que implican este cambio drástico. Sin embargo, uno solo, por lo que deja ver de este país, es el verdaderamente relevante: los períodos de sequedad que este año dio el clima y el deficiente sistema de distribución del agua apta para el consumo humano han obligado a que las familias acumulen el líquido en depósitos que hacen proliferar el mosquito que le transmite el dengue a la gente. Bueno, increíble tener que informar sobre esto como si se tratara de un problema de hace 100 años.

En pleno siglo XXI, cacareando nosotros de tantos temas complejos (que las locomotoras del desarrollo, que la infraestructura para el comercio), cuando no se puede ni siquiera resolver lo más básico: tener acueductos para todo el mundo con agua potable circulando para la gente. Porque claro que se va a tratar, ahora, —al menos eso esperamos— de atender de manera paliativa esa enfermedad que ya está en nivel de epidemia, con un 4,7% de mortalidad. Esto es, como para que ya lo vayan entendiendo las autoridades locales y el Ministerio de Salud, el doble de las muertes que fueron vistas en 2010, siendo esas las más altas, de ahí para atrás, en 20 años.

¿Nada tienen que decir desde el Gobierno Nacional? ¿No es esta una crisis que le toca enfrentar a departamentos como el Valle, Santander, Tolima o Meta, las más graves? ¿Y nada tienen que decir las autoridades locales, que son directamente responsables de esto? ¿A dónde se fueron los recursos destinados para atender la situación? Y no nos referimos a las medidas de contención, sino a las de mera salud pública. ¿En qué se gastaron esa plata? Hacia allá deben ir los organismos de control a ver qué pasó. Y bueno, ya entrados en gastos, nos preguntamos qué pasó con las medidas de vigilancia, las metodologías de atención. ¿Se aplican ahora?

Lo que revela toda esta problemática del dengue —que lo es, y bien grande, que no nos metan otro cuento— es el altísimo atraso que hay a la hora de tratar la salud pública. La preventiva, esa a la que todo el mundo debe tener acceso por el simple hecho de pertenecer a un Estado cualquiera, que tenga un mínimo de infraestructura. ¿Cuánto tiempo pasará y cuántas muertes más tendremos que ver, para que las cosas se hagan como se debe? Es hora ya. Que no se nos haga otro siglo tarde para solucionar de raíz un problema que necesita de unos mínimos. De presupuestos básicos.

 

Por El Espectador

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