De reinas y prejuicios

El Espectador
03 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.
El triunfo de una mujer trans como Miss España es la muestra de que las sociedades sí pueden empezar a enmendar sus exclusiones históricas y sacudirse los prejuicios dañinos. / Foto: Cortesía RCN
El triunfo de una mujer trans como Miss España es la muestra de que las sociedades sí pueden empezar a enmendar sus exclusiones históricas y sacudirse los prejuicios dañinos. / Foto: Cortesía RCN

Confirmando que se trata de una institución caduca que no está sintonizada con los cambios culturales, el Concurso Nacional de la Belleza coronó esta semana como Miss Colombia a una persona que no se sonroja al hacer comentarios abiertamente transfóbicos.

Cuando se realice el certamen de Miss Universo, la señorita Colombia, Valeria Morales, compartirá escenario con Ángela Ponce, primera mujer transgénero en la competencia y que representa a España. Lo curioso es que para la representante colombiana, Ponce no debería estar ahí.

En entrevista con Noticias RCN, a Morales, quien era la representante de Valle del Cauca, le preguntaron su opinión sobre la elección de Ponce. En pocas frases, la ahora Miss Colombia resumió las dinámicas de discriminación que operan en el país contra las poblaciones vulnerables. Su respuesta fue: “Yo creo que un reinado de belleza, como es Miss Universo, es para mujeres que nacemos mujeres, y creo que para ella también sería una desventaja, entonces por eso hay que respetarla, pero no compartirlo”.

Son varios los problemas con esa afirmación. Antes, no obstante, es necesario responder a una objeción muy común. Cada vez que alguna figura pública hace un comentario discriminatorio y es criticada, no faltan los defensores que dicen que si acaso ya no se puede decir nada, que si no existe la libertad de expresión y que estamos ante una nueva “dictadura” de la corrección política.

No se trata de eso. Por supuesto que las opiniones pueden expresarse en público, pero la libertad de expresión no presupone la ausencia de respuestas, críticas y consecuencias, siempre y cuando se hagan en el mismo ámbito. Entonces, Morales tiene todo el derecho de difundir sus ideas, pero, por eso mismo, debe soportar los reclamos que éstas generen.

El problema esencial con lo dicho es la idea de que Miss Universo es un concurso de “mujeres nacidas mujeres”. Debajo de esa afirmación hay un acto de violencia que muchas personas cometen y ni siquiera se percatan: decirles a las personas trans que su identidad no existe, no es verdadera, no tiene derecho a ser reconocida. Eso es invisibilizarlas y, sí, es el mismo raciocinio que fomenta la violencia en su contra.

La población trans en América Latina tiene una expectativa de vida de 35 años. Suelen ser víctimas de crímenes de odio, son más propensas a estar en la pobreza, a no tener acceso a espacios de trabajo, ni a poder utilizar el sistema de salud. En el mundo, el prejuicio y el desconocimiento contra las personas trans sigue siendo muy generalizado.

Por eso, activistas trans llevan años alzando la voz, exigiendo su reconocimiento, educando al público y pidiendo derechos mínimos, justos. El triunfo de Ponce, en ese contexto, se ha convertido en un símbolo, la muestra de que las sociedades sí pueden empezar a enmendar sus exclusiones históricas y sacudirse los prejuicios dañinos.

Ante lo anterior, esconderse bajo el discurso de “se respeta, pero no se comparte” es seguir haciendo maromas retóricas para justificar la discriminación. ¿Esa es la representación que queremos de Colombia en el mundo?

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Por El Espectador

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