Publicidad

Decisión a medias

Hay que decirlo: lo de la Conmebol, la Confederación Suramericana de Fútbol, luego de los bochornosos incidentes que pudimos ver en un partido de Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate la semana pasada en Buenos Aires, Argentina, es una vergüenza.

El Espectador
19 de mayo de 2015 - 02:00 a. m.

Pudo sancionar a los violentos y dejar claro, de una buena vez, que los criminales y el fútbol no van, no pueden ir de la mano. Y, sin embargo, al final le hizo casi que un favor a los delincuentes que protagonizaron los incidentes del partido  al castigar con apenas cuatro fechas de sanción a Boca. No importaron los cuatro jugadores de River  heridos ni las imágenes que demostraron, sin lugar a dudas, que lo ocurrido en La Bombonera no fue algo espontáneo, sino preparado. Preparado para causar daño, para manchar de sangre la pelota.
 
No actuó la Conmebol con la severidad que esperábamos. Qué vergüenza. Lo peor es que no es la primera vez. Ya en el pasado se han tomado decisiones tan indignantes como esta y, no obstante, la Confederación no aprende y sigue dejando dudas sobre si es una entidad que vela por el buen desarrollo del fútbol en Latinoamérica o, contrario a ello, es una entidad que responde a poderosos intereses de algunos cuantos. Mientras a las organizaciones y a las autoridades les importen poco o nada los heridos y los muertos —tantos que ha habido— por parte de unos intolerantes que se disfrazan de hinchas, mientras eso ocurra, el fútbol va a estar manchado.
 
A Luis Suárez, el delantero uruguayo, la FIFA lo sancionó duramente por morder a otro compañero durante un partido del Mundial celebrado en Brasil hace un año; a los equipos, sin embargo, casi nunca los sancionan cuando sus hinchas asesinan a un seguidor del equipo rival. Claro, como eso, a diferencia de lo de Suárez, no ocurre ante las cámaras, pues no importa. Las consecuencias son desastrosas: las familias dejan de ir a los estadios por temor, los hinchas, cada vez más intolerantes, terminan matándose en las calles y, al final, el fútbol que es un espectáculo termina convertido en una tragedia. Y nadie se hace responsable. Vergonzosa, también, la actitud del arquero de Boca Juniors, Agustín Orión, de aplaudir a los hinchas de su equipo en vez de solidarizarse con los jugadores de River Plate. Pésimo ejemplo. 
 
Si lo que Orión quería era quedar bien ante su hinchada, pues no lo logró. Son más los hinchas de Boca indignados con lo sucedido que los que aplaudieron a la barbarie, a la muestra de insensatez y al juego sucio de los jugadores de Boca, que se quedaron en el campo en vez de acompañar a sus rivales. El fútbol no es cosa de enemigos a muerte: duele mucho decirlo a estas alturas de la historia. 
 
Al final, de nuevo, el deporte es el que pierde. Paradójico, por supuesto, que mientras la Conmebol salía a hacer el ridículo, en Liverpool, Inglaterra, los hinchas despedían a un jugador de fútbol que sí entendió lo que es este deporte: Steven Gerrard. Que haya más como Gerrard y menos como Orión. Y que el fútbol no se siga manchando mientras dirigentes y autoridades miran como si eso fuera problema de otros. Que el fútbol no deje de ser lo que siempre ha sido: un arte y no una práctica de bárbaros.
 
 
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar