El debate estéril sobre el recargo nocturno

El Espectador
23 de julio de 2017 - 03:37 a. m.
El cambio en el recargo nocturno es una oportunidad para evaluar, con calma, los efectos sobre la formalización de mejores protecciones laborales. / Foto: Andrés Torres - El Espectador
El cambio en el recargo nocturno es una oportunidad para evaluar, con calma, los efectos sobre la formalización de mejores protecciones laborales. / Foto: Andrés Torres - El Espectador

La discusión desencadenada por la ley que restablece el cobro del recargo nocturno, ahora a partir de las 9:00 p.m., muestra que todos los involucrados quedaron infelices, pero está llena de argumentos circulares y poco productivos para el país. Debería aprovecharse esta oportunidad para valorar, con cuidado y sin posiciones radicales, si medidas similares en efecto ayudan o son una carga para la economía de Colombia.

La Ley 1846 de 2017 tuvo un trayecto lleno de obstáculos. Para entenderlo hay que remontarnos a 2002, cuando el recién elegido Álvaro Uribe promovió una reforma que recortó el recargo nocturno para trabajadores y lo movió de las 6:00 p.m. a las 10:00 p.m. En aquel entonces se dijo que la medida lograría la generación, en el estimado más optimista, de 700.000 empleos. Aunque los gremios empresariales celebraron la modificación, para los sindicatos de trabajadores ese ha sido un motivo constante de crítica.

Por eso, en plena campaña para su reelección, el presidente Juan Manuel Santos prometió devolver el recargo a partir de las 6:00 p.m. Una vez elegido, no obstante, los esfuerzos del Gobierno se dispersaron y el liderazgo de la iniciativa lo asumieron algunos congresistas. Después de muchas modificaciones, se aprobó la ley en su estado actual: recargo nocturno del 35 % del salario diario a partir de las 9:00 p.m. Pese a algunas dudas sobre si la objetaría, el presidente Santos sancionó con su firma la medida.

Las reacciones por parte y parte fueron de rechazo. Luis Pedraza, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), ha dicho que si bien es un paso en la dirección correcta, se queda corto, porque, como lo retoma El Heraldo, “el pago de horas extras nocturnas desde las 6:00 de la tarde fue algo que funcionó por más de seis décadas y nos lo quitaron”. Por su parte, los gremios empresariales han repetido todos el mismo argumento: es una medida inconveniente que generará pérdida de empleos y que llega en un momento de fragilidad de la economía. El presidente de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi), Bruce Mac Master, por ejemplo, dijo que “se perderán unos 36.000 empleos. Evidentemente es una mala decisión, se afectará la competitividad”. Si bien las preocupaciones expresadas son válidas, el extremismo de los dos discursos es inútil.

Harían bien los empresarios en reconocer que los empleados de Colombia desean ser mejor remunerados y que esta ley apunta a fortalecer la dignidad de sus trabajos. Y que si ellos se sienten más apreciados por sus empleadores no sólo mejoran su productividad, sino que los recursos adicionales en sus bolsillos aumentan su capacidad adquisitiva y eso fomenta la reactivación de la economía. Reaccionar con el foco exclusivo en la reducción de costos vía despidos puede resultar miope.

A la vez, los trabajadores deberían entender que precisamente una de las bondades de la ley es que, por ser tímida, no causará traumatismos extraordinarios. En el plazo de un año, por decir algo, podremos, con cifras en la mano, hacer una evaluación concienzuda y sin radicalismos sobre los efectos de la medida y sobre las posibilidades de una ampliación de horas. Cerrarse a la banda de recuperar lo que en otro momento muy distinto del país fue posible puede también ser miope.

Los derechos laborales no están pensados para destruir el progreso económico, sino para garantizar que éste venga acompañado de mejores condiciones para todos los colombianos. Por eso, dar estas discusiones es esencial y tomar posiciones inamovibles es no entender que la sociedad (y sus necesidades) está en constante evolución. Se vale experimentar y buscar soluciones entre todos los involucrados. Al final, compartimos el mismo barco y a todos nos conviene que a la economía colombiana le vaya bien.

 

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