El México de Francisco

México concentra en sí mismo un resumen de lo que sucede en la mayoría de los países del continente. Enfrenta serios retos internos mientras busca ubicarse como parte del llamado primer mundo.

El Espectador
12 de febrero de 2016 - 03:21 p. m.
La llegada del papa Francisco a México pone la lupa sobre muchas situaciones preocupantes en ese país. / AFP
La llegada del papa Francisco a México pone la lupa sobre muchas situaciones preocupantes en ese país. / AFP

Cada viaje del papa Francisco reviste un especial simbolismo espiritual, político y social. El que hoy inicia a México no es la excepción. El pontífice va a encontrar un país importante con muy graves problemas: la pobreza, los migrantes, condenables casos de pederastia y el cáncer de la violencia, este último asociado al narcotráfico, que cobró la vida, entre muchas otras, de 43 estudiantes en Ayotzinapa. Si esto fuera poco, antier murieron más de 50 presos en un motín. Un complejo panorama.

Fuera de la reunión con el presidente Enrique Peña Nieto, y acorde con su prédica a favor de los menos favorecidos, el pontífice visitará algunas de las zonas más deprimidas del país. Estará en Chiapas, cuna de la guerrilla del Ejército Zapatista (EZLN), donde se espera un mensaje especial hacia los pueblos indígenas que han sido explotados y allí malviven. Irá a Ciudad Juárez, que ha vivido el asesinato masivo de mujeres, feminicidio, que continúa en la impunidad. Allí se espera que haga una mención especial en favor de los migrantes justo frente a la barrera que EE. UU. ha levantado en la frontera. Importante asunto en plena campaña presidencial en el país del norte y ante la prédica xenófoba de Donald Trump.

Esta realidad hace parte de la paradoja de una nación con un muy alto nivel de desarrollo y una economía hoy golpeada por la caída de los precios del petróleo, frente a vastas regiones donde la presencia del Estado ha sido reemplazada por alianzas entre las autoridades y los narcos. Este hecho, de por sí, marca una clara diferencia con las anteriores visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, pues ahora el énfasis estará centrado en llegar a lugares emblemáticos de la problemática nacional. Como dijo recientemente una analista, el papa no tiene pelos en la lengua para señalar las cosas por su nombre. Por este motivo hay gran expectativa en cuanto a los mensajes que dará en sus diferentes homilías e intervenciones.

De ahí que, aun antes de llegar, hubiera comenzado la polémica. Por un lado invitó a una misa a los padres de los estudiantes de Ayotzinapa, lo cual ha dado esperanza y consuelo a aquellos que aún esperan infructuosamente que se conozca el destino final de sus hijos tras los confusos hechos ocurridos a finales de 2014. Una misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) y otra independiente han cuestionado la historia oficial sobre lo acontecido. De otro lado se va a encontrar con una cúpula religiosa bastante conservadora y el vergonzoso legado personal del padre Marcel Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, quien dejó para la posteridad un prontuario que desnuda la doble moral de ciertos jerarcas de la Iglesia. Maciel, dicho sea de paso, fue cobijado por el manto de Juan Pablo II, quien se negó a destapar la historia y sancionar a esta oveja tan descarriada.

El hecho de que se anunciara que Francisco no se va a reunir con las víctimas de pederastia ha generado gran molestia en los grupos de defensores de derechos humanos. Una carta dirigida al pontífice por la madre de una víctima del sindicado padre Eduardo Córdova resume la situación: “Mi hijo fue violado en su persona, en su vida, en su respeto, en su integridad y, sobre todo, en su fe. ¿Cómo un sacerdote puede llegar a hacer tanto daño?”. Nada que agregar.

México concentra en sí mismo un resumen de lo que sucede en la mayoría de los países del continente. Enfrenta serios retos internos mientras busca ubicarse como parte del llamado primer mundo. A pesar de contar con una población mayoritariamente católica, su feligresía viene perdiendo terreno frente a las iglesias evangélicas. Por este motivo es esencial un mayor acercamiento del sucesor de Pedro con su rebaño. Todo hace presagiar que esta visita histórica va a marcar una nueva etapa bilateral entre los dos estados. La famosa frase “pobre México, tan lejos de Dios, pero tan cerca de los Estados Unidos” quedó superada.

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