El país es más que los extremos

El Espectador
28 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.
Nuestro llamado es a que los opcionados para llegar a la Presidencia escuchen también a esos otros millones de colombianos que quieren consensos, construir sobre lo construido y dejar tanto conflicto. / Fotos: Mauricio Alvarado y Cristian Garavito - El Espectador
Nuestro llamado es a que los opcionados para llegar a la Presidencia escuchen también a esos otros millones de colombianos que quieren consensos, construir sobre lo construido y dejar tanto conflicto. / Fotos: Mauricio Alvarado y Cristian Garavito - El Espectador

La primera elección después del final del conflicto armado terminó en una decisión en los extremos del espectro político. Ahora que triunfaron dos propuestas de país radicalmente opuestas entre sí, y que construyeron sus campañas apostándole a la polarización, nuestro llamado es a que los opcionados para llegar a la Presidencia escuchen también a esos otros millones de colombianos que quieren consensos, construir sobre lo construido y dejar tanto conflicto.

La tentación es evidente. Iván Duque y Gustavo Petro pueden usarse mutuamente para atizar los miedos de los ciudadanos. Lo vimos en primera vuelta, cuando hubo una serie de estrategias para pintar al oponente como lo peor de lo peor. El problema es que en la mitad queda golpeado el país.

Ayer, Colombia también les envió un mensaje claro a los punteros: hay una ciudadanía en ese amplio centro, representado por todos los candidatos derrotados, tan grande como la que ellos representan. En particular la votación de Sergio Fajardo y Claudia López, que se propuso como un llamado a la reconciliación y se quedó a un par de puntos porcentuales de la segunda vuelta, debe servir como advertencia. Creemos firmemente que al país le irá mejor si en estas tres semanas de elección buscamos la construcción de consensos.

No se trata, por supuesto, de crear artificiosamente acuerdos donde no los hay. Tanto Duque como Petro tienen visiones opuestas de país y representan a millones de compatriotas a quienes deben cumplir sus promesas. Pero no deben olvidar que una vez llegue alguno a la Casa de Nariño será el presidente de todos los colombianos.

Necesitamos una campaña a la segunda vuelta que sea ejemplar. Resistir los cantos de sirena que invitan a promover el miedo y centrarse en las propuestas puntuales. Abandonar la estigmatización. Promover que se vea la diferencia política como lo que es: un desacuerdo, no un crimen. Si no empezamos a sembrar las semillas de la reconciliación en estas tres semanas, nos esperarán cuatro años conflictivos que pueden hacer muchísimo daño. No dejemos por fuera los matices de un país variopinto como el que se expresó ayer.

Hay, por lo demás, motivos para celebrar sobre lo que ocurrió en esta elección, para sentir que Colombia no está tan mal como históricamente la percibimos.

Para empezar, no hubo ni un solo puesto de votación que tuviera que ser reubicado por razones de orden público. Tampoco se registraron actos violentos y nos quedó una postal para la historia: los líderes de la FARC ejerciendo su papel en la democracia. No nos permitamos olvidar el largo camino recorrido y las épocas en que cada elección estaba empañada por el miedo al terrorismo.

Además, dimos un golpe a la abstención. Sí, todavía nos falta y mucho, pero el 53 % de los colombianos le apostaron a la democracia. El resultado es evidente: se vencieron las maquinarias y la politiquería; se hizo ley el voto por convicción, independientemente de a cuál ideología pertenezca. Así es como debe ser. Así se puede construir una mejor Colombia. El reto, ahora, es que en la segunda vuelta se repita la afluencia de votantes.

Quedan tres semanas intensas. Candidatos, por favor, piensen en el país.

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Por El Espectador

 

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