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El perfil de los ministros

EN UNA CLASE TÍPICA DE POLÍTICAS públicas enseñan la teoría: los ministros que conforman el gabinete de Presidencia, más que personas curtidas en el quehacer político (conseguir votos, representar una ideología), deben cumplir unos requisitos de saber técnico (conocer una materia a fondo, ser expertos).

El Espectador
13 de mayo de 2015 - 02:47 a. m.

El asunto, traspasado a la realidad, es más complejo. La realidad de la política, en cuanto a los nombramientos y los puestos, pervierte ese ideal y obliga a que al menos los viceministros cumplan con ese perfil. Los ministerios, no obstante, deben dar resultados concretos, políticas públicas estructuradas, ejecuciones concretas para medir al Gobierno en pleno. La cosa, lo sabemos, no es nada fácil.
 
El lunes en la noche el ministro de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, Diego Molano, salió de su cargo. Una vacante ante la cual había que pensar, de nuevo, en los requisitos para llenarla: el sector de la tecnología y las comunicaciones es probablemente el que más toca al ciudadano común y corriente todos los días. Todos. Su rol lo vemos cristalizado en la señal de los celulares, en los minutos restituidos de las llamadas que se cayeron, en los instrumentos que les entregan a los colegios para (si hay cobertura de internet, otra cuestión que también le compete) que los usen y accedan al conocimiento proveído por el mundo. 
 
Son más cosas: duras batallas como el espacio para un tercer canal, la neutralidad de la red (los datos que se transportan por tubos), la velocidad del espectro 4G, la implementación del 5G, los monopolios de las empresas de comunicaciones, los derechos de autor y su protección en un mundo donde compartir es la norma. Es una mezcla de muchas cosas trascendentales en una sola cartera. Si bien un perfil político es necesario (lidiar con empresas grandes, imponer sanciones, llegar a acuerdos conciliatorios), mucho de lo restante tiene que ver con el entendimiento del sector.
 
Sobre si Diego Molano cumplió o no, se pueden encontrar críticas y aplausos. Lo cual deja en evidencia una sola cosa: este ministerio no es fácil. No es tan digerible ni accesible a pesar de su impacto en la ciudadanía. 
 
Por eso ha generado tanta incertidumbre el nombramiento del político liberal David Luna en esa cartera, sobre todo porque este ministerio requiere saber de telecomunicaciones y de su regulación, asuntos que día a día evolucionan a una velocidad sorprendente. El presidente Santos lo ha nombrado por su “capacidad para ejecutar”, cosa presumible de cualquier ministro. La pregunta es si sabe a ciencia cierta lo que, en efecto, habrá de ejecutar. El ministro Luna debe asesorarse muy bien antes de dar sus primeros pasos en un tema central para el desarrollo del país y sus pobladores que en esencia desconoce.
 
Este cambio en el gabinete llega cuando en los mentideros políticos se anuncian otros más. De ser así, esperamos que el Gobierno tenga en cuenta el perfil de los ministros que decidirá nombrar. Esta especie de desasosiego por la selección de Luna es un síntoma del peligro de privilegiar la milimetría política. Ojalá no sea este un camino escogido para pensar más en elecciones que en los avances estructurales que tanto necesitamos.
 
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
 

Por El Espectador

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