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El progresismo de Obama

BARACK OBAMA PARECE HABER recordado que su campaña del 2008 se construyó sobre propuestas progresivas.

El Espectador
09 de agosto de 2015 - 10:05 p. m.

Desde que su partido perdió la mayoría en el Congreso, en las elecciones del año pasado, el presidente de Estados Unidos decidió abandonar la pasividad de su discurso y ha venido lanzando propuestas y tomando medidas que demuestran su interés por solucionar los mayores problemas, no sólo de EE. UU., sino del mundo.

Aunque su política militar —siempre en choque con aquel Nobel de Paz que le concedieron— es típica de un gobernante estadounidense (intervenciones en distintos niveles y, ahora, asesinatos y ataques con drones), el acuerdo anunciado recientemente con Irán y otras cinco potencias para levantar las sanciones de ese país a cambio de poder supervisar su plan de energía nuclear es histórico y marca un cambio esencial en la diplomacia reciente de Estados Unidos. “Ya era hora de que intentáramos negociar con palabras”, le dijo en broma Obama a Jon Stewart en una entrevista reciente.

Pero el chiste cargaba algo de verdad, un reconocimiento de que por mucho tiempo Estados Unidos ha pretendido ser la policía del mundo, sin explorar formas menos invasivas de cooperación. La actitud de Obama demuestra un compromiso por no seguir jugando a la política ambivalente y complaciente, estrategia que los republicanos lo forzaron a utilizar y que le ha dado pocos resultados. Está diciendo lo que piensa de verdad, por eso el mensaje al país sobre este acuerdo fue claro: “si el Congreso no lo ratifica, muy seguramente terminaremos en una guerra”.

La oposición que puede enfrentar el acuerdo en Estados Unidos demuestra dos cosas: la desconexión de los políticos locales con el resto del mundo (la aprobación del acuerdo no parece peligrar mucho en los otros países firmantes) y la tóxica dinámica del bipartidismo terco que tiene maniatado a Estados Unidos. El Partido Republicano, que busca con desespero un candidato presidencial viable entre decenas de políticos que parecen tener miedo de proponer una visión de país integral, no ha hecho más que utilizar el obstruccionismo como reacción a la presidencia de Obama, incluso ahora que son mayoría en el Congreso. Todo eso motivado por un porcentaje del electorado que tiene visiones maniqueas y radicales de la realidad política. Si no se sacuden y actualizan el discurso, la victoria de Hillary Clinton —o cualquier candidato demócrata— parece no sólo inminente, sino necesaria.

Sin embargo, y volviendo al tema del principio, el progresismo de Obama ante la pasividad del Congreso se puede ver en sus propuestas sobre inmigración, reforma sanitaria, reforma a las cárceles, las relaciones con Cuba, los temas morales como aborto y matrimonio igualitario, y el medio ambiente. La semana pasada anunció un plan que propone reducir en un tercio las emisiones de gases de efecto invernadero y modificar la forma en que Estados Unidos consume energía. Falta ver si el Congreso seguirá obstaculizando la construcción de su legado.

Lo curioso —aunque no sorpresivo— es que todas las medidas han sido recibidas con aceptación y hasta entusiasmo por el pueblo estadounidense. Temas cuyas soluciones parecían tabú hace unos años, hoy están en el centro del debate nacional. En el pragmatismo de la fidelidad a sus convicciones, Obama encontró un nuevo aire y Estados Unidos está recuperando su liderazgo en afrontar los principales problemas del mundo, esta vez impulsado por la diplomacia. Ya era hora.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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