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El progreso en Medellín

La capital de Antioquia es una urbe a la altura de lo que un ciudadano del mundo puede esperar. Hay cosas malas, por supuesto, entre las que se cuenta, sobre todo, la alerta roja del incremento de la violencia en las comunas, una realidad que no se puede tapar dentro del marasmo de las buenas noticias que allí ocurren.

El Espectador
15 de febrero de 2013 - 06:41 p. m.

Pero lo de la violencia en Medellín ha sido siempre un punto de referencia para describir a esta ciudad, muchas veces de manera injusta, tozuda. Hace falta, a veces, que las buenas noticias sean también el foco de la escena.

Ir a Medellín es encontrarse con una ciudad distinta: florecida, de calles limpias, con un sistema de transporte público bastante pulcro, de tráfico fluido, que no es indolente con la gente que vive en la alta periferia, poniéndole sus metrocables para llegar a esas alturas o una escalera eléctrica para aliviar las empinadas subidas. Está, por supuesto, el espíritu de la gente: la solidaridad que reina, el amor por la ciudad, el sentido de pertenencia.

Por eso no sorprende que la ciudad haya sido escogida para conformar una terna de la que se escogerá la sede para los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018, según un documento oficial de la comisión ejecutiva del Comité Olímpico Internacional. Al lado de la escocesa Glasgow y la capital de Argentina, Buenos Aires, Medellín se alza con bastantes posibilidades para la decisión final, que se tomará el próximo 4 de julio. Medellín se merece estar en la pelea y cuenta con todas las condiciones para ser la elegida. Ojalá que así sea.

Lo que sí sorprende, en cambio, es la actitud que buena parte de los medellinenses han tomado en torno al incremento del impuesto predial. Lo dicho por el alcalde Aníbal Gaviria suena bastante sensato: en primera medida, está la ley. En específico, la 14 de 1983 y la 1450 de 2011, que hacen imperativo que todos los municipios del país actualicen los catastros cada cinco años. La ciudad antioqueña no lo ha hecho durante siete. Es obligatorio también que el avalúo catastral no sea inferior al 60% del valor comercial. Por ende, el alza será entre el 20 y el 25 por ciento. Esto afectará a los dueños de 880.000 predios que hay en la ciudad. Habrá excepciones, que tendrán que ver con las personas con bajos recursos económicos y que tienen un predio. La Alcaldía ha estado dispuesta a atender los reclamos, abriendo una oficina de atención al cliente.

¿La respuesta a este plan, aprobado por el Concejo? Marchas ciudadanas en las calles de Medellín; protestas por tener que pagar más dinero de un momento a otro; la organización de un movimiento civil que busca diligenciar, de forma individual y por cada propiedad, un derecho de petición para la Secretaría de Hacienda y la Procuraduría General de la Nación; una denuncia, ante esta misma institución, contra el alcalde Aníbal Gaviria.

Lo primero que podrían hacer los ciudadanos de Medellín es ver su ciudad y entender la lógica de un impuesto. La redistribución que éste supone y el beneficio colectivo. Afecta el bolsillo del ciudadano de a pie, por supuesto, pero esa es la razón de ser de un impuesto. Esto sobre todo cuando se sabe que la reforma contempla 20 exenciones de impuestos, así como la actitud de la Alcaldía para explicarle a cada ciudadano el fundamento del impuesto.

El progreso de Medellín se puede medir también por ahí. Una ciudad con ese historial de crecimiento (vías, infraestructura, transporte, cultura ciudadana) podría repensar a la hora de evaluar la conveniencia o no de un impuesto. No todo es un abuso. Tildarlo antes de conocerlo a profundidad resulta una actitud inadecuada.

Por El Espectador

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