Duvalier, en una calculada y hábil jugada política, vuelve en medio de la grave crisis por la cual atraviesa el país. Durante la primera vuelta electoral, realizada a finales de noviembre, se denunciaron una gran cantidad de irregularidades por parte de la mayoría de los candidatos al alegar fraude en el proceso. Tanto así que el propio secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, se desplazó recientemente a Haití para entregarle al presidente René Préval el informe de la Misión de Observación Electoral de la Organización, según el cual los resultados que presentó el Consejo Electoral Provisional no son aceptados por la OEA. En este sentido se señala que el candidato oficialista, y yerno de Préval, Jude Celéstin, debe quedar por fuera de la segunda vuelta y su lugar lo debe ocupar el popular cantante Michel Martelly, quien debería enfrentar a Mirlande Manigat, primera en los resultados.
Es en este escenario de incertidumbre política en el cual vuelve Baby Doc para estupor de Naciones Unidas y las ONG de Derechos Humanos que piden su pronto enjuiciamiento. Sin embargo, Duvalier tan sólo fue llevado ante los estrados judiciales y tras una breve retención quedó en libertad. Según su abogado, los delitos económicos que se le imputan, entre ellos el haberse apropiado de más de 900 millones de dólares durante su dictadura, entre 1971 y 1986, ya prescribieron, motivo por el cual no se le puede enjuiciar. De otro lado, y frente a los delitos de lesa humanidad, se presentaron cuatro personas para demandarlo por los vejámenes que sufrieron durante su gobierno de manos de los tristemente célebres Tonton Macoutes, o fuerza paramilitar encargada de hacer el trabajo sucio del régimen. Todavía no es claro qué camino van a seguir las demandas en un país donde las instituciones no funcionan, en especial frente a una figura que llega envuelta de un halo de popularidad debido al aparente buen recuerdo de su mandato y a pesar de los 160 mil muertos que se le imputan.
De hecho, cerca de la mitad de los habitantes de la isla son menores de 25 años, es decir que no habían nacido durante la dictadura, y aquellos que entonces no la padecieron de manera directa, con el paso del tiempo y las circunstancias actuales tienen ahora otra percepción de lo acontecido. En declaraciones al periódico El País, Esilia Pierre, de 80 años y quien vive de la caridad en un campamento, utiliza un argumento que al parecer es común entre la población al preguntársele si no le preocupan las víctimas de la represión de Duvalier: “A mí lo que me está matando es el hambre. Y si Baby Doc va a hacer algo por mí, pues que vuelva a Haití”. Esa es la magnitud de la tragedia. Para acabar de completar el sombrío panorama el expresidente Jean Bertrand Aristide, quien vive en el exilio en Sudáfrica desde que fue depuesto, se apresuró a anunciar que también desea regresar, como un ciudadano más, para ayudar a la reconstrucción de su país.
De momento, la mayor incertidumbre se centra en si la autoridad electoral y el gobierno aceptarán el informe de la OEA o lo van a ignorar y fijarán fecha para la segunda vuelta con Maginat y Celéstin. Según la Constitución el actual mandatario debe entregar el poder el 7 de febrero. Así las cosas, no se ve posibilidad de que se pueda llevar a cabo la segunda vuelta y se cumpla con los plazos estipulados por la ley para la transición democrática. En esta condición el futuro que le espera a Haití podría ser aún más caótico de lo que ya es.