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El secuestro y el Eln

¿Tan rápido olvidó el Eln que los resultados del plebiscito que tiene tambaleando el acuerdo con las Farc estuvo principalmente motivado por una sección de la población que veían en la arrogancia de la guerrilla un motivo de desconfianza?

El Espectador
28 de octubre de 2016 - 08:38 p. m.

La no instalación de la mesa de diálogo con la guerrilla del Eln, que estaba programada para el pasado jueves 27 de octubre, es una situación lamentable, pero una decisión necesaria por parte del Gobierno para seguir enviando un mensaje inequívoco: eliminar el secuestro es esencial para llevar a buen puerto el fin de ese conflicto.

Aunque el evento estaba planeado para llevarse a cabo en Quito, Ecuador, con la presencia de los países garantes, el presidente, Juan Manuel Santos, dijo que le dio instrucciones al equipo negociador para que no viajara a la ceremonia. El motivo es que el presidente consideraba como condición inamovible la liberación del exrepresentante a la Cámara Odín Sánchez Montes de Oca, secuestrado por el Eln. Según el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, “solo cuando el Eln lo libere viajarán los negociadores. Tenemos todo listo, estamos preparados para iniciar el diálogo, pero esto no se podrá dar hasta que se cumpla ese condicionamiento”.

En respuesta, Pablo Beltrán, jefe de la delegación de paz de la guerrilla del Eln, dijo en entrevista con Blu Radio que “nosotros vamos a cumplir con liberación de Odín Sánchez, no somos faltones”, y se ha dicho que el proceso para devolverlo a la libertad ya está en curso.

Por lo anterior, y esperamos que así, lo más probable es que la semana entrante, tal y como estaba programado, inicie la mesa de negociación y Sánchez sea liberado. Así debe ser para avanzar en el objetivo conjunto de la paz.

Sin embargo, lo ocurrido es un recordatorio de que, a pesar de la premura que requiere la coyuntura nacional, estas conversaciones no serán fáciles ni expeditas, que el Eln sigue manteniendo un tono muy similar al de las Farc al inicio de esos diálogos de paz, y de que los mismos retos que aplicaron en el plebiscito están latentes para este proceso.

Las declaraciones de Beltrán son muy dicientes. Cuando le preguntaron por el número de secuestrados que tenía esa guerrilla, contestó “poquitos”, y en otro momento dijo que “Nosotros, como el Gobierno, también cobramos impuestos, uno no vive de estampitas, la guerrilla tiene que tener unos ingresos y se cobran impuestos”.

¿Tan rápido olvidó el Eln que los resutlados del plebiscito que tiene tambaleando el acuerdo con las Farc estuvo principalmente motivado por una sección de la población que veían en la arroganica de la guerrilla un motivo de desconfianza?

Lo hemos repetido en varias ocasiones: el futuro político, tanto del Eln como de las Farc, va a depender de su capacidad de entender que en el electorado hay muchos justos resentimientos que no se sanan con actitudes desafiantes. Los gestos de paz deben ser contundentes e inequívocos.

Abandonar el secuestro de manera definitiva es una forma para demostrar que estamos a punto de cambiar la hoja en el país y entrar a una nueva coyuntura nacional. Insistir en su utilidad como mecanismo de guerra es caer en la mezquindad, enemistar a los colombianos, y hacer mucho más difícil un proceso que le conviene a todas las partes involucradas. Libérenlos a todos cuanto antes, entiendan el peso del momento histórico, y creen las condiciones para llegar a un acuerdo razonable lo más pronto posible. Colombia lo necesita.

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Por El Espectador

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