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Encarrilados con Venezuela

Colombia y Venezuela no tienen camino distinto al diálogo y el entendimiento bilateral.

El Espectador
05 de agosto de 2013 - 10:24 p. m.

 En especial cuando la relación atraviese por caminos pedregosos como los vividos luego de la visita del líder opositor Henrique Capriles Radonsky al presidente Juan Manuel Santos. La exagerada reacción de Caracas llevó a un bajonazo que en buena hora se encarrila tras el encuentro Santos-Maduro y ahora Holguín-Jaua. Además, con el anuncio de Luis Eladio Pérez como nuevo embajador en Caracas.

La vecindad con Venezuela nos tiene acostumbrados a sobresaltos. En especial tras la llegada al poder del fallecido presidente Hugo Chávez, con el que se vivió desde el incremento del comercio binacional hasta el rompimiento de relaciones, ante la presencia de guerrilleros en el país vecino. Lo cierto es que con una frontera tan activa, así como una extensa y compleja agenda, es entendible que hacia futuro se vayan a presentar nuevos altos y bajos. Es inevitable. De ahí que la respuesta deba ser meditada y precisa, sin dejarse llevar por apasionamientos —también entendibles— surgidos al calor de los acontecimientos. Y menos aún, dejar que sea la perniciosa diplomacia del micrófono la que lleve la voz cantante.

Por lo anterior, el encuentro del viernes debía ser de muy alto nivel, y así lo fue. Como es natural, los dos cancilleres encabezaron sus respectivas delegaciones, a las que se incorporaron también por parte de Colombia los ministros de Defensa, Transporte, Comercio, Minas y TIC, así como la presidenta de Proexport, el comandante de las FF.AA. y de la Policía además de importantes empresarios con interés especial en Venezuela.

Para el ciudadano de a pie, en especial el que vive en la zona de frontera y tiene que sufrir a diario los problemas de la inseguridad, el contrabando, la deficiente infraestructura o la insuficiente cobertura en materia de salud o educación, este tipo de reuniones puede no decirle mucho. Sin embargo, de acuerdo al parte recibido al finalizar la reunión, la modalidad de mesas de trabajo empleada en Caracas permitió que los temas puntuales fueran analizados y se llegara a resultados concretos. Ahora viene la puesta en práctica.

En primer lugar se concretó un protocolo binacional para el tratamiento de la lucha contra la minería ilegal, que es un delito con consecuencias directas en ambos países. Otro tema que ha generado preocupación es el del robo de celulares, que se ha disparado por un activo mercado ilícito a lado y lado de la frontera. Al respecto, con el acuerdo firmado, “un celular hurtado en Colombia o Venezuela no podrá ser activado en ninguna compañía telefónica de las dos naciones”, según informó el canciller Elías Jaua. Esperemos que así sea.

También se anunció la creación de un plan de inteligencia para contrarrestar a los contrabandistas de alimentos, combustibles y otros materiales en la frontera. Otro aspecto que lleva muchos años creando tensiones es el de los carros robados y se reactivaron los mecanismos de colaboración entre las policías de ambos países.

En materia tributaria habrá inicio de inspecciones conjuntas de fiscalización. En el campo de la energía se reactivará en 2014 la distribución de gas desde el país vecino y la creación del oleoducto del Pacífico. De otro lado, hoy se reúnen en Caracas los ministros de Hacienda y el próximo 14 de agosto lo hará la comisión de comercio.

De momento se pasa la página y la relación binacional vuelve a ponerse sobre rieles. El próximo encuentro se programó para octubre en Bogotá. Allí se debe pasar revista al listado de compromisos adquiridos por las dos partes, con fechas concretas para su cumplimiento. Esta es la forma sensata de abordar la buena vecindad, en especial cuando hay tantas cosas esenciales en juego entre Colombia y Venezuela.

 

Por El Espectador

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