Aunque todavía no está totalmente definida su configuración final, dado que se está en la etapa de negociaciones que permitan formar alianzas para cogobernar, lo cierto es que el mayor perdedor es el oficialismo del Partido Popular (PP), que pierde su hegemonía absoluta. El péndulo gira de nuevo a la izquierda, aunque sin mayorías definitivas.
Podemos, el joven partido liderado por Pablo Iglesias, recoge el descontento de los miles de indignados ante los grandes recortes económicos y sociales de los populares y lidera, junto con el PSOE, las mayores posibilidades de formar alianzas estratégicas. De inmediato ganaron la Alcaldía de Barcelona, en cabeza de Ada Colau. Tienen la posibilidad de que Manuela Carmena lo haga en Madrid. Están bien posicionados. De otro lado, la caída del PP ha sido capitalizada por Ciudadanos, el otro nuevo movimiento, pero de centro-derecha, que ha logrado posicionarse con los votos que pierde el partido liderado por Mariano Rajoy.
Emergen nuevas fuerzas políticas que, especialmente en el caso de Podemos, representan un voto de protesta y descontento frente a la corrupción y el mal manejo económico. Algo similar sucede con Ciudadanos. Esta fragmentación del voto antes la capitalizaban los tres partidos tradicionales: PSOE, PP e Izquierda Unida. Este último, también perdedor, cedió un importante número de votos a Podemos. El reto radica, como lo señalara El País, en pactar para gobernar. Pero en esas condiciones, armar el rompecabezas para lograr la gobernabilidad no es un tema de poca monta.
El temor se centra en que, más que buscar alianzas, algunos partidos, haciendo uso de sus prerrogativas, terminen bloqueando las posibilidades de conformar gobiernos. Ahí está el ejemplo de lo sucedido en Andalucía. Allí, luego de las elecciones de marzo, tanto el PP como Podemos han bloqueado sistemáticamente a la candidata ganadora del PSOE, Susana Díaz. Vea pues.
La democracia española, que ha dado reiteradas muestras de su fortaleza tras dejar atrás la dictadura franquista, sale fortalecida de estos comicios. No hay duda al respecto. El electorado no sólo les ha dicho a los grandes partidos que se cansó de más de lo mismo, sino que para lograr la gobernabilidad es necesario depurar las viejas costumbres del pasado. Deslastrarse de funcionarios corruptos, demostrar transparencia y eficiencia, en especial en aquellos asuntos que golpean a los menos favorecidos en momentos de crisis, así como aunar esfuerzos con otras agrupaciones políticas para gobernar. La pregunta es si los políticos están preparados para asumir esta responsabilidad frente al momento histórico que se está viviendo.
¿Lograrán, dadas sus afinidades ideológicas, pactar alianzas el PSOE y Podemos en diferentes regiones y autonomías? ¿O lo pensarán dos y hasta tres veces, dado que para las elecciones generales van a disputarse un importante sector del electorado que les es afín? Los mismos interrogantes aplican al PP y a Ciudadanos. Los dos partidos jóvenes han dejado en claro que, como fuerzas políticas emergentes, van a perdurar si saben manejar los resultados recientes. De ahí que tengan que medir de forma milimétrica la conformación de coaliciones y, en algunos casos, sopesar con mucho cuidado las cargas a la hora de pactar.
Como se suele decir en el argot popular, un paso mal dado y peligra la vida del artista. Importante lección que deberían aprender nuestros partidos y políticos en Colombia. ¿Será mucho pedir?
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Por El Espectador
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