Freno al populismo en Austria

El resultado en Austria rompe la tendencia favorable al populismo en meses recientes.

El Espectador
06 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
El triunfo del progresista Alexander van der Bellen en las elecciones presidenciales de Austria es una noticia importante para Europa y el mundo.
El triunfo del progresista Alexander van der Bellen en las elecciones presidenciales de Austria es una noticia importante para Europa y el mundo.

El triunfo del progresista Alexander van der Bellen en las elecciones presidenciales de Austria es una noticia importante para Europa y el mundo. La posibilidad de que su contrincante, el ultraderechista Norbert Hofer, fuera el ganador con un discurso radical, antieuropeísta y xenófobo, tenía encendidas las alarmas en el Viejo Continente. El país, dividido en dos, demostró que la mesura y la razón todavía pueden derrotar la demagogia del populismo. Caló su lema de “sensatez frente a los extremos”.

El nuevo presidente austríaco es un economista de 72 años que se había convertido en la esperanza de quienes, con anterioridad, acompañaron a los dos grandes partidos que habían gobernado el país desde la Segunda Guerra Mundial: socialdemócratas o socialcristianos. A pesar de que oficialmente no le dieron su apoyo, los líderes de ambas agrupaciones sí lo hicieron, invitando a votar por Van der Bellen. La euforia de varios líderes europeos se hizo sentir de inmediato. Manuel Valls, primer ministro francés y postulado candidato socialista, manifestó que “el populismo no es una fatalidad para Europa”. Algo similar expresó el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, al sentir “un alivio” para toda Europa y una victoria “de la sensatez” frente al populismo. Francia y Alemania tendrán elecciones presidenciales en 2017. En el primer país se prepara la ultraderechista Marine Le Pen, mientras que en Alemania aumenta la popularidad del ultraderechista Frente Nacional y la xenófoba Alternativa para Alemania.

De ahí que las elecciones en Austria no sean un asunto de poca monta. Luego del triunfo del brexit en Gran Bretaña y la sorpresiva victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos, los partidos ultranacionalistas en Europa sintieron que les había llegado la hora de pasar a ser gobierno. No hay que olvidar que Hofer había ganado la primera vuelta austríaca. Lo anterior fue un hecho más que diciente que alertó al país, y al resto de Europa, sobre la gravedad de lo que podría ocurrir. El pasado de Austria y el nazismo son ineludibles. El propio Hitler nació en dicho país y allí se cometieron y cohonestaron atrocidades contra los judíos y otras minorías durante la última guerra mundial. Su discurso de campaña, dentro de unas “elecciones del odio”, repitió la táctica de generar miedo e incrementar la inseguridad en los votantes: ataques contra la inmigración, contra la élite política dominante y en defensa del ciudadano de la calle. Pese a su derrota, su partido, el FPÖ, sigue teniendo fuerza e influencia a futuro.

Como hecho significativo, que debería ser analizado por los expertos en estos temas con mayor detenimiento, para la segunda vuelta las encuestas fueron muy escasas. Ya habían tenido su primera salida en falso en la anterior vuelta, al no detectar el voto oculto y darle la primacía a Van der Bellen. No fue así. Esta es una realidad que se ha repetido, en las últimas elecciones, en varias partes del mundo, entre ellas el plebiscito en Colombia.

De momento es importante resaltar que el resultado en Austria rompe la tendencia favorable al populismo en meses recientes. No obstante, ese es un fenómeno que continúa latente y que tendrá dos nuevas pruebas de fuego el año entrante en Francia y Alemania.

El populismo suele venderse muy bien por parte de líderes que no tienen mayores escrúpulos en sembrar odio y división. Más adelante, ya en el poder, podrán reajustar las cargas. O eso creen ellos. El huevo de la serpiente continúa vivo no sólo en Austria, sino en varios países de Europa y el mundo.

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Por El Espectador

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