Fútbol, riñas y muertes

Claro que nos alegramos por el buen resultado de la selección Colombia en el partido que disputó contra Grecia el fin de semana pasado: 16 años sin un Mundial de Fútbol, viendo, además, a estos muchachos ganar con contundencia el primer partido, da para celebrar.

El Espectador
19 de junio de 2014 - 04:03 a. m.

“Con mesura”, dijo con simpleza sabia el jugador James Rodríguez, número 10 del equipo nacional. Y si bien él pudo referirse a que apenas la selección disputaba su primer partido en el gran certamen, sus palabras pueden aplicarse tanto a las conductas festivas extremas como al triunfalismo exacerbado.

La reacción, sin embargo, fue de celebración desmesurada el fin de semana. No somos quiénes para decirle a la ciudadanía que no tome el triunfo de un partido de la selección como le venga en gana. Libertad plena, por supuesto. Y enhorabuena que este país tenga algo para alegrarse. Es muy positivo, además, que algo noble como el deporte nos una como sociedad, justo cuando pasamos por uno de los momentos de polarización política más drásticos de la historia reciente.

Que rivales en el plano ideológico puedan ver en un símbolo colombiano un motivo para celebrar en conjunto, es un gran avance. Pero no luce así cuando, como se nos informó justo al día siguiente, las 3.000 riñas callejeras en la capital del país dejaron un saldo de nueve muertos y varios heridos, al margen de las actividades delincuenciales cotidianas y de los crímenes pasionales. Esto sumado a la bicoca de 74 inmovilizaciones de conductores ebrios (después de tanta tragedia vivida).

Inverosímil que un par de hinchas de dos equipos distintos se maten por esa razón. ¿Pero esto? ¿Por un triunfo colectivo? ¿Cómo es posible que la alegría nacional de un partido de fútbol nos lleve a la riña callejera? ¿No podemos, simplemente, festejar juntos? ¿Entender la alegría del otro, si esta se manifiesta de forma no violenta? ¿Nos quedó muy grande esto de ver ganando a una selección de fútbol en un Mundial? ¿Habrá que tomar medidas?

Medidas se anuncian, sí. En Bogotá, para empezar, el día de hoy se aplicará, después de una reunión del Consejo de Seguridad del Distrito, la restricción de pico y placa todo el día. Un jueves, por demás. “Esta medida se toma con el fin de contribuir a mantener el orden público, dadas las posibles alteraciones que pudiesen derivarse de la celebración del evento futbolístico programado para este día, que pudiesen generar congestiones viales y accidentes vehiculares relacionados con el consumo de alcohol y el exceso de velocidad”, dice, como enseñándonos con plastilina, el comunicado de la Secretaría de Movilidad del Distrito. En Cali también se anuncia la prohibición de congregaciones hoy para observar el partido en sitios públicos abiertos o las caravanas de celebración por las calles.

Así, de seguro, si las conductas salvajes continúan en el transcurso del Mundial, empezará a restringirse el disfrute de la libertad de la que se abusa: ley seca todo el día; aumento, hasta el exceso, del pie de fuerza; ¿toque de queda?... ¿y por qué no? Esas son las restricciones típicas ante las conductas culturales desviadas, con dudosa probabilidad de ser efectivas para lo que sí resulta necesario: una transformación social y cultural.

Habrá que fijarnos mucho en esto. Buscar en nuestro fuero interno las causas de esta violencia desmesurada. Algo hay de perverso en esta sociedad nuestra que tiene que ser modificado, y no solamente con la restricción pasajera. El día de hoy la selección Colombia jugará un difícil partido contra Costa de Marfil. ¿Seremos capaces? Derrota o victoria, lo que venga. Pero que aprendamos a celebrar, o a aceptar la derrota, sin matarnos, sería un triunfo mayor que el deportivo.

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar