Hora de avanzar sobre la Reserva Van der Hammen

El Espectador
28 de abril de 2017 - 02:00 a. m.
De los estudios se deriva que el mejor futuro de esta zona no es la urbanización. Sobre la base de ratificar esto, falta una segunda generación de estudios acordes con los tiempos.
De los estudios se deriva que el mejor futuro de esta zona no es la urbanización. Sobre la base de ratificar esto, falta una segunda generación de estudios acordes con los tiempos.

De nuevo se ha avivado el debate sobre el destino del área designada por la CAR como Reserva Forestal Protectora Productora Thomas van der Hammen, en el norte de Bogotá. La intervención esta semana del alcalde de la capital, Enrique Peñalosa en el Congreso Nacional no dejó a todos contentos, pero sí puso sobre la mesa unas ideas que podrían ser parte de la necesaria solución.

La conocida displicencia en la comunicación del señor alcalde no ayuda. Volver a sugerir que no hay estudios, esta vez diciendo que los “expertos no eran tan expertos” —refiriéndose al panel creado por el Ministerio del Ambiente en su momento para dirimir el conflicto con la CAR en relación con el POT de Bogotá— le agrega un ruido innecesario a un debate profundo. ¿Que necesidad tenía de descalificar a personalidades como el propio profesor Van der Hammen —una de las figuras en ciencias naturales más sobresalientes en la historia de Colombia—, a los arquitectos Rogelio Salmona y Germán Samper o a Manuel Rodríguez, por mencionar los más sonados? La respetuosa réplica de Sabina Rodríguez van der Hammen solicitando rectificación —que no ha sido respondida— debería marcar el tono de la controversia en el futuro.

Ni las posturas de los detractores de la reserva, vistos como urbanizadores a ultranza, ni las de los adeptos, vistos como conservacionistas extremos, están libres de controversia. Y en ese sentido, el propósito no debe ser la imposición de uno u otro criterio sino la construcción, con respeto y bases científicas, de una propuesta que resuelva la concepción de la reserva y su implementación. Mal haríamos en seguir empantanando una salida y que al final natural de este gobierno todo quede en sueños en el papel.

La controversia, entonces, debe escalar. En lo institucional, por el interés nacional de la sabana de Bogotá, consagrado en la ley, es hora de que el Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible entre en el juego. Si bien en realidad nunca ha estado afuera, desde el nacimiento de la misma reserva, y por sus funciones sobre el valor ecológico de la sabana de Bogotá, debería activar su participación ante la iniciativa del alcalde. Podría, pensamos, definir un nuevo panel de expertos, no escogido “a dedo”, sino uno transparente y multidisciplinario, que cuente con legitimidad. Para ello, el Ministerio cuenta con sus institutos de investigación, que operan en red con la academia y con sociedades profesionales, como las de ecología urbana.

Pero el debate también debe escalar conceptualmente. Los numerosos estudios que existen —que el alcalde niega— cuentan con el aval científico nacional, nada menos que desde nuestra Academia de Ciencias. De ellos se deducen valores ambientales actuales, se sugieren algunos valores futuros, pero sobre todo se deriva el hecho contundente de que el mejor futuro de esta zona no es la urbanización. Faltaría, sobre la base de ratificar esta decisión, una segunda generación de estudios acordes con el espíritu renovado de los tiempos.

Nos referimos a un estudio comparativo y prospectivo sobre los servicios ecosistémicos que esta área podría brindar a una ciudad que no cesa de crecer, las condiciones detalladas que permitirían acelerar una restauración ecológica y, algo que no se ha mencionado, estudios de diseño paisajístico del gran parque natural urbano que todavía podemos tener. Contamos con renders como el de Diana Wiesner, que sugiere un hermoso parque anfibio, parecido a uno que se está promocionando para Vancouver. Pero faltan estudios detallados del nuevo urbanismo, o “ecourbanismo”, que podría acoger el norte de la ciudad. En fin, estudios de conectividad vial y calidad de vida urbana.

No dudamos que algo de esto imagina el alcalde, que no logra sentarse a escuchar y sigue creando animadversión. Llegó la hora de pasar la página del conflicto y avanzar en el diseño y la implementación del que podría ser uno de los mejores parques naturales urbanos. El proyecto del alcalde podría ayudar en la discusión, si lo conociéramos.

 

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