Incinerar la paz

Cada tanto tiempo nos estamos viendo obligados a repetirnos, a propósito de la terquedad del Eln y los debilitados diálogos de paz con el Gobierno. Pese a la reciente presión internacional reciente que busca darle un espaldarazo a la salida negociada, la guerrilla sigue demostrando poca voluntad y mantiene contra la pared a la administración del presidente Iván Duque.

El Espectador
10 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

Hace unos días, Gautier Mignot, embajador de Francia en Colombia, le envió un mensaje de urgencia a la guerrilla y al Gobierno para que reanuden las negociaciones. Reconoció que el grupo ilegal no ha mostrado voluntad de paz, pero le insistió a la administración Duque que busque alternativas, pues la única salida posible es la negociada.

Estamos de acuerdo con esa idea y no nos vamos a cansar de insistir: Colombia debe apostarle a la paz. El proceso con las Farc, pese a todos sus errores, tropiezos y saboteos, ha demostrado ser un avance muy positivo para el país. Parecería obvio, pero hay que decirlo, y es que los réditos de la paz son evidentes. Es mejor una nación con menos grupos armados ilegales, con menos secuestros, con menos discursos que buscan excusar la violencia a punta de hipocresía.

Dicho eso, también entendemos que el Gobierno no la tiene nada fácil. El presidente Duque aterrizó en la Casa de Nariño mostrando firmeza en este tema. Su propuesta al Eln fue racional y consistía en que, si la guerrilla mostraba voluntad de paz, él no iba a estropear los avances que consiguió la administración de Juan Manuel Santos.

El Eln es el que ha fallado y sigue cometiendo atrocidades. El sábado pasado, hombres armados que se identificaron como presuntos miembros de esa guerrilla detuvieron varios vehículos en medio de la vía del norte de Antioquia que conduce hacia la costa Atlántica. Les prendieron fuego a tres mulas y tres camiones. También hirieron a uno de los conductores.

Hace poco menos de un mes, en el Cesar también se presentaron denuncias de vehículos incinerados por hombres armados identificados con el Eln.

Esto se suma a los informes que hablan de la presencia de esta guerrilla en varias zonas de Venezuela, con la complicidad tácita del Gobierno de Nicolás Maduro. La guerra claramente continúa.

Todo este año que termina ha estado plagado de noticias similares: el Gobierno pide muestras de paz, la guerrilla contesta con terquedad y violencia. Así es muy difícil sentarse a dialogar.

Lo preocupante es que el tiempo sigue avanzando, la paciencia de los colombianos se colma y la administración Duque, que enfrenta una crisis de gobernabilidad por los difíciles primeros meses que ha tenido en la Presidencia, no ve incentivos para hablar con una guerrilla terca.

¿Qué hacer? ¿Hay forma, acaso, de potenciar los diálogos y acelerarlos, de tal manera que se obtenga un pacto de cese del fuego que se respete? ¿Será posible algo así antes del final del 2018? Y, si no, ¿cuánto más va a aguantar la mesa? ¿Estamos condenados a otra década más de enfrentamientos y sangre? Esas, y otras tantas, son las preguntas que el Eln y el Gobierno deberían responderle al país lo más pronto posible.

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Por El Espectador

 

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