Según las personas cercanas al sector de la infraestructura que han hablado con El Espectador, tanto del sector privado como del público, es innegable que la presencia de Germán Vargas Lleras en esa área fue esencial para garantizar el éxito de este ambicioso proyecto del gobierno Santos. No era un reto menor. De acuerdo con cifras dadas a conocer por la Vicepresidencia, entre otras inversiones, la administración de Santos ha logrado que el país pase de 700 kilómetros de dobles calzadas a 2.600 y ya adjudicó concesiones para 33 proyectos de autopistas de cuarta generación (4G) por un monto total de $40 billones, de las cuales la tercera parte ya está en construcción. Además, se cumplió con la promesa de construir 100.000 casas gratis que representan una inversión de $4,4 billones.
Ya habrá tiempo de juzgar si, como escribió Vargas Lleras, “la Colombia que entregará el gobierno Santos será una más moderna y con mejores estándares de calidad”, pero lo que sí es evidente ha sido el compromiso de los últimos seis años con la infraestructura.
En el centro de ese esfuerzo, primero en el Ministerio de Vivienda y de nuevo, con más influencia, desde la Vicepresidencia, ha estado el estilo de microgerencia de Vargas Lleras, quien se responsabilizó de impulsar los proyectos emproblemados. Por eso, ahora que se marcha, y que hay varios obstáculos inmediatos en el plan de infraestructura, es lógico que surja la pregunta sobre quién tomará el liderazgo.
Su reemplazo en la Vicepresidencia, Óscar Naranjo, ya ha dado señales de que el posconflicto será su principal interés, lo que tiene sentido dado su perfil. Aunque el presidente Juan Manuel Santos ha estado asistiendo a las inauguraciones de obras en las últimas semanas, sus múltiples obligaciones no le permiten tener la atención que amerita este sector. ¿Quién, entonces, entrará a sortear los proyectos parados y los que tienen serias preguntas de corrupción, como lo ocurrido con el segundo tramo de la Ruta del Sol o la navegabilidad del río Magdalena?
Esto no es para decir que Vargas Lleras no debiera partir. Por el contrario, su interés en la Presidencia no es compatible con la clase de funcionario que necesita en este momento clave el gobierno Santos. Lo mismo aplica, por cierto, para los ministros con aspiraciones políticas. Ya es momento de que los candidatos se dediquen a sus campañas y dejen al Gobierno terminar dos años que prometen ser difíciles por los múltiples escándalos y el natural sol sobre las espaldas.
Aunque se avanzó mucho en estos años, todavía está en riesgo el legado de la administración Santos en temas de infraestructura. Ojalá los ministros encargados estén a la altura y pueda cumplirse la ambición de modernizar el país. Ya ha quedado demostrado que sí es posible adelantar proyectos en Colombia, pero se requiere un liderazgo juicioso y ejecutivo.
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