Ese domingo la capital se despertó conmocionada por una explosión en La Macarena que dejó heridos a 25 policías y mató a uno de ellos. Según un comunicado firmado por la Radio Nacional Patria Libre (Ranpal), en el que el Eln se adjudica los hechos, explican los guerrilleros que el ataque iba dirigido contra los uniformados del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía, que estaban custodiando los alrededores de la plaza de toros la Santamaría, a propósito de la terminación de la temporada taurina de Bogotá. En el texto, la guerrilla afirma que quienes perpetraron el crimen escaparon sin problemas.
El tono del comunicado es altamente preocupante para quienes les hemos apostado a los esfuerzos de paz del Gobierno, pues evidencian un Eln arrogante, preso de sus propios prejuicios y todavía en pie de una lucha irracional que sólo deteriora la voluntad de los colombianos.
En una parte, por ejemplo, la guerrilla escribe que “el Eln debe responder con su accionar armado contra las fuerzas atacantes para defenderse, esa es la orden que tienen todas nuestras unidades”. Y, más adelante, explica que ve en el Esmad un “cuerpo represivo” que da “tratamiento de guerra a las demandas populares”. ¿Se supone que con esas palabras los colombianos deben aplaudir el ataque contra la Fuerza Pública legítima del país? La lógica perversa del conflicto tiene convencidos a los líderes de la guerrilla de que los cambios se obtienen con violencia, cuando la historia nacional es prueba de todo lo contrario: ante la barbarie lo único que ocurre es que se masifica el sufrimiento. ¿Así pretenden que se les reciba en la legalidad?
Para completar la ridícula posición de la guerrilla, el Eln culpa al Gobierno de dilatar el “cese bilateral y somete(r) al padecimiento de la guerra a la población y a las partes que se enfrentan”. La respuesta del jefe negociador del Gobierno, Juan Camilo Restrepo, era la única posible: “Si el Eln cree que con actos terroristas como el de La Macarena (cuya autoría ahora reconoce con cinismo) va a presionar un cese al fuego, está muy equivocado. El cese al fuego se alcanzará cuando el Eln comprenda que a él se llega desescalando, no escalando el conflicto”.
Si algo enseñó el proceso de paz con las Farc es que el cese bilateral del fuego es un proceso de construcción de confianza, al cual se llega como muestra de la voluntad de ambas partes, no como resultado de atentados terroristas para demostrar la fuerza que aún conservan los guerrilleros.
¿Es de verdad tan difícil comprender que sin ganarse la confianza de los colombianos el proceso de paz no va a llegar a ninguna parte? Frente a la tragedia, la presión al Gobierno no es para que se declare culpable, como pretende ingenuamente el Eln, sino para que se levante de la mesa y siga la insensata guerra. Si eso es lo que busca la guerrilla, va por buen camino.
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