Los retos del nuevo fiscal

Sin dilaciones innecesarias, como ocurrió en el pasado reciente, la Corte Suprema de Justicia eligió ayer como fiscal general de la Nación al abogado tolimense Eduardo Montealegre Lynett.

El Espectador
22 de marzo de 2012 - 11:00 p. m.

Una decisión que, en principio, pone fin a la crisis que se había suscitado al interior del ente investigador, no sólo por la larga interinidad a la que estuvo sujeta entre agosto de 2009 y enero de 2011, sino debido a la súbita nulidad de la elección de Viviane Morales, quien escasamente alcanzó a desempeñarse como fiscal durante un año y dos meses.

De la trayectoria profesional del nuevo fiscal general de la Nación no hay duda alguna. Desde los días en que obtuvo beca de honor cuando cursaba sus estudios de derecho en la Universidad Externado de Colombia, pasando por una larga carrera judicial que inició como sustanciador de juzgados o juez de instrucción criminal, hasta llegar a ser viceprocurador y magistrado de la Corte Constitucional, eso sin contar su extensa hoja de vida como profesor universitario, autor de libros de derecho penal o consagrado conferencista, su recorrido en el mundo de la investigación judicial es de entrada una prenda de garantía.

En otras palabras, para quienes insistían en que se requería un penalista al frente de la Fiscalía General de la Nación, pues esa condición no se daba desde cuando el cargo fue ejercido por Alfonso Gómez Méndez, entre 1997 y 2001, esta vez el supuesto requisito está cumplido. Una experiencia que puede ser muy importante para aplicar justicia en debido proceso, en momentos en que se están adelantando determinantes investigaciones sobre sonados casos de corrupción o violencia, que requieren una evaluación en derecho y al margen de consideraciones políticas o presiones mediáticas que suelen afectar el curso de los expedientes.

No cabe duda de que una de las críticas más extendidas al ejercicio de la administración de justicia en Colombia tiene que ver con la influencia que suelen ejercer algunos bufetes de abogados con excelentes relaciones con el poder. También cabe al nuevo fiscal, Eduardo Montealegre, el reto de demostrar absoluta independencia frente a estos círculos de influencia jurídica. De la misma manera como debe esperarse del jefe del ente investigador total criterio de independencia frente a los poderes públicos, lo cual incluye a los propios organismos de la administración de justicia.

Es claro entonces que la misión que ahora debe encarar el abogado externadista Eduardo Montealegre Lynett tiene una importancia histórica. La Fiscalía General de la Nación, en un país con altos índices de violencia, corrupción e impunidad, no resiste un escándalo más. Y son tan grandes los retos que lo esperan, que también se aguarda de su talante sereno un mandato que pueda contribuir a que los ánimos del país no sigan polarizados a la hora de las decisiones judiciales. Más aún cuando por estas mismas fechas el Congreso se apresta a darle forma a una reforma a la justicia que podrá contar con el atinado consejo del nuevo jefe del ente investigador.

Son muchas las responsabilidades y, así se trate de un período institucional, para Eduardo Montealegre hay una gran oportunidad de servir a Colombia. La jurisdicción de Justicia y Paz necesita probar resultados, las distintas unidades de investigación refrendar su credibilidad investigativa y el país mismo requiere tener un interlocutor en el derecho penal que le dé garantías a unos y otros de que se puede ejercer justicia. No faltarán los impedimentos que el mismo Montealegre ha anunciado, pero también abundarán los momentos en los que su aquilatada experiencia tendrá que probar a la sociedad que esta vez la Corte Suprema de Justicia atinó, resolviendo rápidamente una exigencia nacional y escogiendo al mejor de los candidatos.

Por El Espectador

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