Luis Almagro, la OEA y Venezuela

El Espectador
26 de junio de 2017 - 09:00 p. m.
Si las instancias políticas de decisión de la OEA no operan, debido al bloqueo de la diplomacia petrolera, su secretario general sí tiene un margen de acción. / Foto: AFP
Si las instancias políticas de decisión de la OEA no operan, debido al bloqueo de la diplomacia petrolera, su secretario general sí tiene un margen de acción. / Foto: AFP

La grave situación de Venezuela va a completar 100 días, con cerca de 80 muertos, cientos de heridos y miles de detenidos. El país vecino pareciera adentrarse en un escabroso laberinto sin salida. Lo peor es que sí existe una salida democrática y constitucional. Luis Almagro, el secretario general de la OEA, en respuesta al reto lanzado por Nicolás Maduro, acepta renunciar a su cargo si se fija de inmediato el calendario electoral, se libera a todos los presos políticos, se devuelve el poder a la Asamblea Nacional y cesa la represión. Maduro tiene la palabra.

Almagro le ha devuelto a la OEA su perdido papel en la región. Maniobrando con dificultad en las turbias aguas de la ideologización creada por Venezuela, los países del Alba y la diplomacia de los petrodólares, la organización regional vivió momentos de incapacidad operativa. Mercosur, Unasur y la Celac lograron alcanzar un activo protagonismo, dejando a la OEA al margen de algunos de los acontecimientos más importantes. En ese contexto, para algunos, la llegada de Almagro a la Secretaría General era más de lo mismo. Venía de ser canciller de Pepe Mujica y, creían, ya estaba jugado políticamente.

Sin embargo, a los pocos meses de asumir el cargo tuvo que afrontar la irregular expulsión de miles de colombianos del país vecino. En la OEA, Maduro logró voltear a Haití y neutralizar a Panamá para que no se convocara a una reunión de cancilleres. Almagro, con independencia, agarró el toro por los cuernos y a los pocos días fue a Cúcuta, invitado por el Gobierno. La conclusión fue obvia: si las instancias políticas de decisión de la OEA no operan, debido al bloqueo de la diplomacia petrolera, su secretario general sí tiene un margen de acción, previsto en la Carta. Él mismo ha dicho que esa experiencia le marcó un nuevo camino sobre cómo ejercer su cargo, con proactividad y sin violentar las normas de la organización.

Ese ha sido el camino que ha seguido desde entonces con respecto a Venezuela. Exigir respeto por la institucionalidad democrática y la observancia de los derechos humanos, frente a las arbitrariedades del actual Gobierno venezolano. A pesar de que hace un año llevó el tema de la aplicación de la Carta Democrática ante el Consejo Permanente de la OEA, recién hace unos meses fue aceptada su implementación por los países miembros. Para el efecto se convocó una reunión de consulta de cancilleres que tuvo dos sesiones, la última de las cuales se llevó a cabo hace una semana en Cancún. Sin embargo, no se pudo aprobar una declaración sobre Venezuela. A pesar de que se consiguieron 20 votos de los 23 necesarios, un pequeño grupo de países del Caribe y del Alba, presionados por la deuda petrolera que tienen con Caracas, impidieron tomar una decisión al respecto.

Hay quienes sostienen, no sin algo de razón, que el liderazgo de Almagro lo inhabilitó para buscar un camino de mediación que le es inherente. Lo cierto es que los hechos le han dado la razón al secretario general de la OEA. El Gobierno de Nicolás Maduro no ha tenido la menor voluntad de solucionar la crítica situación actual, comenzando por la posibilidad de llevar a cabo elecciones. Sabe muy bien que, de convocarlas, las perdería abrumadoramente. Por eso acude al expediente de un diálogo infructuoso, en el cual terminaron incumpliéndole el año anterior incluso al Vaticano. La única mediación que acepta Caracas es la de tres expresidentes que han demostrado que obran como una dependencia más del Palacio de Miraflores, en especial José Luis Rodríguez Zapatero y el exsecretario general de Unasur Ernesto Samper.

Así las cosas, el guante que le lanzó Maduro a Almagro fue retomado de inmediato por éste. Si el principal obstáculo para el retorno de la democracia al país es él, como hombre de principios y de palabra está dispuesto a renunciar apenas se cumplan los requisitos que menciona. ¿Estará dispuesto el presidente venezolano a continuar con el reto?

 

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