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Luis Almagro va a la OEA

La semana anterior los cancillleres de los países miembros de la Organización de los Estados Americanos eligieron como su nuevo secretario general al excanciller de Uruguay Luis Almagro.

El Espectador
24 de marzo de 2015 - 01:59 a. m.

Fue el único candidato que se presentó y obtuvo 33 votos a favor más una abstención. Su escogencia no mereció mayor consideración o debate dentro de la región, lo que lleva a una necesaria reflexión sobre el papel actual de la Organización, así como las perspectivas a futuro una vez asuma su cargo el 26 de mayo.

Hace muchos años, don Alberto Lleras definió al naciente organismo regional con una frase que no deja de tener vigencia, a pesar de lo manida: la OEA será los que sus Estados miembros quieran que sea. Desde ahí hasta ahora mucha agua ha corrido bajo el puente, desde la época en que alojó en su seno a sangrientas dictaduras, hasta las actuales, donde son las nuevas realidades políticas las que han marcado por su aparente ineficacia a la hora de actuar. En especial frente a ciertos regímenes, como el venezolano, que brillan por su carácter autoritario y que manejan con manga ancha ciertos temas esenciales en una democracia como la independencia de poderes, la libertad de expresión o el encarcelamiento de opositores políticos sin contar con las debidas garantías procesales, para citar solo algunos aspectos preocupantes.

Lo paradójico del hecho, como ya lo mencionamos con anterioridad en estas páginas, es que mientras hacia fuera el discurso de los países de la Alba es abiertamente crítico de la OEA, por considerarla el instrumento de acción del Imperio, las realidades internas son exactamente las contrarias. En las ocasiones recientes en las cuales su Consejo Permanente ha tenido que llegar a votación por un tema que divide abiertamente a la región, como la posibilidad de que María Corina Machado fuera escuchada por los embajadores, Venezuela hizo valer sus reales. Utilizando su músculo petrolero vía Petrocaribe, el año anterior logró poner 23 votos sobre la mesa para impedirle hablar a la entonces diputada. Y, según las noticias, el jueves de la semana anterior la canciller de dicho país, Delcy Rodríguez, llevó a la cuestionada organización al servicio de Washington la controvertida decisión de Estados Unidos de imponer sanciones a siete funcionarios venezolanos. Todo parece indicar que cuando les conviene utilizan, en su orden, Unasur, la Celac y la OEA. Aunque, en esta última, cada vez parecen tener menos fuerza ante la evidente falta de petrodólares. Vea pues.

Ese es el nudo gordiano con el que tendrá que lidiar Almagro. Deberá hacer gala de todas sus habilidades no sólo de diplomático, para manejar las desgastantes divisiones políticas, sino las de eficiente administrador de una organización que afronta serísimos problemas financieros. A pesar de haber representado al presidente Mujica como canciller, cuando asuma tendrá que hacerlo en nombre de todos sus países integrantes. Incluso, gestionando que Cuba regrese a la OEA. No será fácil, pero tampoco imposible. En pocos días tendrá lugar la VII Cumbre de las Américas, en Panamá, donde el esperado encuentro Obama-Castro debe enterrar el último resquicio de la Guerra Fría en el continente. Luis Almagro, dependiendo de la habilidad con que maneje estas nuevas realidades, y el apoyo que reciba de sus países miembros, va a construir así el nuevo rumbo del organismo político más importante de la región.

La OEA tiene que volver por sus fueros sobre la base de sus principales premisas: el respeto por los derechos humanos, la democracia, la seguridad hemisférica y el desarrollo sostenible. Ese norte debe mantenerse y profundizarse. Pero para lograrlo es determinante que la cabeza de la Organización, su secretario general, pueda contar con más “dientes” para actuar con proactividad cuando así se requiera. Les corresponde ahora a sus Estados miembros retomar para el ente hemisférico su papel como la institución más importante de las Américas.

 


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Por El Espectador

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