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“Magia salvaje” y educación ambiental

A medida que pasa el tiempo y los retos ambientales crecen, saber lo que tenemos y buscar cómo preservarlo es esencial para asegurar nuestra futura subsistencia.

El Espectador
19 de septiembre de 2015 - 04:08 a. m.
Sierra de Chiribiquete. Foto: Página de Magia Salvaje.
Sierra de Chiribiquete. Foto: Página de Magia Salvaje.

Somos privilegiados los colombianos al contar con una naturaleza silvestre espléndida como la que nos trae a las pantallas Magia salvaje. También afortunados cuando una empresa como Éxito nos entrega una producción cinematográfica de tal calidad, que sin duda marca un hito en el reconocimiento de la naturaleza de este país. Una idea renovada de un país ante todo bello y que da pasos en sentido contrario, puede contribuir a reconciliarnos entre nosotros, y entre todos con nuestro maravilloso entorno. Ojalá miles de colombianos la admiren y reflexionen sobre cuál es su aporte al mantenimiento o destrucción de este patrimonio. Sobran palabras para acompañar estas imágenes.

Pero si pretendemos que esta sea una única pieza para una educación ambiental masiva, es necesario complementar esta visión estética de la naturaleza como espectáculo con algunas reflexiones que, por supuesto, no cuestionan el aporte de esta obra, pues mal haríamos en criticarla por lo que no tienen sus imágenes. Pero es necesario complementar esta visión con una narrativa más completa.

Los lugares presentados no corresponden con la totalidad y tipo de áreas silvestres del país, la mayoría de las cuales están habitadas por seres humanos. Un mensaje que no podría hacer carrera es que sólo hay naturaleza íntegra y bella cuando no hay seres humanos, y que toda actividad humana extractiva que sucede dentro de estos grandes territorios es en sí misma un atentado para su preservación.

De hecho, gran parte de la naturaleza colombiana es recreada por las formas de ver el mundo y de habitarlo de numerosos pueblos indígenas afrodescendientes y campesinos montunos. No puede quedar como mensaje tácito que todas las actividades económicas extractivas como la caza y el uso forestal son enemigas de esta naturaleza. Sería grave si, desde una cómoda silla, se recrea la imagen de villano para quienes usan la naturaleza, de la cual sólo se escaparían en esta película los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, los recolectores de cangrejos, los observadores de ballenas y los jinetes llaneros.

Magia salvaje es una oda sublime a una naturaleza que casi mayoritariamente es protegida como parque natural. Pero no olvidemos que, de los casi 55 millones de hectáreas de áreas continentales silvestres del país, a lo sumo 20 millones estarían bajo la decisión social de naturaleza no habitada por seres humanos. El resto de la magia debería conservarse a través de la visión, uso y beneficio de sus habitantes.

Faltaría, por eso, en un programa completo de educación ambiental, reivindicar la magia de las tierras silvestres habitadas, paisajes culturales y asentamientos humanos que son parte de esa Colombia que debemos aprender a admirar y respetar.

Bienvenida pues esta pieza magnifica de educación ambiental, pero queda pendiente una pedagogía también con contenidos estéticos sobre el resto del territorio, donde estamos ubicados casi todos los colombianos. Sobre todo porque, a medida que pasa el tiempo y los retos ambientales crecen, saber lo que tenemos y buscar cómo preservarlo es esencial para asegurar nuestra futura subsistencia. Ver la magia ayudará a conservarla.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

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Rectificación: El editorial del día de ayer decía que el fiscal, Eduardo Montealegre, había amenazado con usar la mordaza penal contra los periodistas, lo cual no es cierto. Eso surgió de una interpretación errada de sus declaraciones y El Espectador presenta disculpas por el error.

Por El Espectador

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