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Marihuana legal, por fin

El tema era, en realidad, sencillo, lo que demuestra la dificultad que hay en Colombia para hacer lo correcto.

El Espectador
27 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.
La legalización de la marihuana para usos medicinales es un buen primer paso, pero el debate más amplio sobre la política de drogas actual debe darse cuanto antes. / Cristian Garavito
La legalización de la marihuana para usos medicinales es un buen primer paso, pero el debate más amplio sobre la política de drogas actual debe darse cuanto antes. / Cristian Garavito

Como suele ocurrir con los cambios de política en temas candentes en Colombia, la primera regulación seria de la marihuana que se aleja de su prohibición total llegó por el actuar unilateral y valiente de una de las instituciones del Estado. Además —y esto también parece habitual—, el argumento que se usó como justificación, aunque cierto, sirve para evadir el tema que hay de fondo. Celebramos la legalización de la marihuana para fines medicinales en el país, pero la polémica que ha surgido en los sectores conservadores es una muestra de la hostilidad irresponsable hacia un debate que, hoy más que nunca, es esencial para el futuro del país: qué hacer con una política de drogas fallida.

El tema era, en realidad, sencillo, lo que demuestra la dificultad que hay en Colombia para hacer lo correcto.

En términos médicos, la marihuana resulta útil para aumentar la capacidad pulmonar, disminuir la presión intraocular en personas que tienen glaucoma, controlar los ataques epilépticos o aliviar el dolor y las náuseas de la quimioterapia.

Su regulación, además, les brinda seguridad jurídica a una serie de productos que ya existían en el mercado (pomadas, tés, gotas o extractos), pero cuya materia prima seguía siendo ilegal. Hoy, gracias a la ciencia y la experiencia positiva de otros países —Canadá, Países Bajos, Argentina, Brasil, Perú y Chile—, sabemos que es mucho lo que se puede hacer para paliar el dolor gracias a la planta. Según cultivadores de cannabis, son cerca de 220 enfermedades las que pueden tratarse con marihuana. Era injusto seguir escondiéndola sin mayor fundamento que una moralidad terca y, sobre todo, ciega a todo lo que ya hemos aprendido al respecto.

Como si lo anterior fuese poco, la demanda internacional y nacional de productos medicinales a base de marihuana ofrece una nueva opción económica a este país, que no hace sino recibir malas noticias en ese ámbito, y algunos estimados apuntan a que esta industria puede dejarle a Colombia US$2.000 millones anuales en exportaciones. En síntesis: es una buena herramienta de salud pública y un muy buen negocio. ¿Por qué tardamos tanto?

Felicitaciones al ministro de Salud, Alejandro Gaviria, y al presidente Juan Manuel Santos por esta medida que necesitábamos.

Pero la discusión debe continuar y, ojalá, con apremio. El siguiente paso debe ser una regulación clara de la marihuana con fines terapéuticos y recreativos. Además de que es un derecho constitucional reconocido desde hace tiempo por la Corte Constitucional, es una decisión razonable económicamente y que puede crear nuevos empleos, así como quitarles poder a los grupos ilícitos que se lucran con el cultivo de marihuana, entre otros.

Los argumentos en contra, como los que lidera el procurador Alejandro Ordóñez, insisten en la fórmula de la prohibición que estigmatiza a los consumidores y fomenta dinámicas delictivas. Es momento de probar un enfoque distinto.

Y lo mismo debe hacerse con las otras drogas que financian el desangre del país. Aunque requiere sus propias consideraciones, debe abrirse un debate sincero sobre qué hacer con la cocaína.

Colombia está en una posición única para liderar este tema a nivel mundial. Con una eventual desmovilización de las Farc en el panorama, es momento de pensar con seriedad en el “problema de las drogas”. Con el decreto de la marihuana medicinal, y como quien no quiere la cosa, se dio un primer y acertado paso. Esperamos que vengan más en un futuro cercano.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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