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Más discursos

Para la próxima semana, el 10 de enero exactamente, está convocada, de nuevo, una marcha ciudadana que liderará el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, cuya cabeza puede rodar pronto por cuenta ya no sólo de una decisión injusta y desproporcionada que tomó en contra suya un funcionario abusivo de su poder como lo es, sin duda, el procurador Alejandro Ordóñez, sino también de lo que puedan decidir los ciudadanos en una eventual revocatoria de mandato.

El Espectador
04 de enero de 2014 - 10:00 p. m.

Lo hemos dicho ya varias veces en este espacio. Tantas, tal vez, como las salidas del alcalde: se equivocó, y mucho, Gustavo Petro, confundiendo en su extensa perorata la indignación social con la rabia, metiendo en un mismo costal a toda la oligarquía, como si se tratara ella de una masa informe en su contra, asumiendo en su persona (con cierto afán megalómano) la representación de la oposición toda y de paso, y con ella, los pobres, los zorreros, las minorías de todas las especies, los niños.

Claro que el alcalde actuó con rabia: el fallo absurdo de la Procuraduría en su contra (esa cruzada que ojalá pronto se le acabe a Ordóñez) no sólo le corta de un plumazo toda su carrera política, sino que riñe bastante con lo que él, con razón, argumenta es una decisión disciplinaria que va en contra de una voluntad popular que se manifestó en las urnas. Pero, insistimos, es en esos momentos de injusticia cuando los mandatarios deben mostrar su grandeza, es ante la adversidad cuando tienen que actuar con serenidad. No lo hizo así el alcalde y convoca, de nuevo, una marcha ciudadana en la que dará más discursos. ¿Cuántos más, alcalde? Y peor: ¿de qué le sirven? En términos reales, tiene dos fusibles por quemar. Legal el uno, político el otro. Un juego de fuerzas en el que nos metió el desbordado poder de Alejandro Ordóñez.

La reposición, en primer lugar, que ya interpuso y que está en manos nada menos que de la Procuraduría misma. Nefasto horizonte. Al mismo tiempo el alcalde tomó la sagaz decisión de recusarlo por tener un sesgo ideológico en su contra: buscando con esto que nombren un procurador ad hoc que tome una decisión, tal vez, más favorable. Algunos analistas consultados por este diario dicen que es inviable. Pero legal: que lo use, mucho más provechoso que un discurso incendiario.

En lo político: la revocatoria o, como la llama el alcalde criticándonos a nosotros los medios, “la confirmación de la Bogotá Humana”. Ese mecanismo surge como una esperanza: si en un plazo poco mayor a 50 días el procurador no se reafirma en su postura, los ciudadanos saldrán a votar a favor o en contra del gobierno distrital. Es cierto, refrendando el mandato, que es uno de los escenarios posibles, Alejandro Ordóñez tendría que tomar la muy difícil decisión de mantener su postura así una ciudadanía votante entera le diga que sí quiere alcalde muy por encima de sus consideraciones jurídicas. Puede ser. Pero que se haga con calma.

Lo que no queremos es que por esto tengamos que oír de nuevo un discurso incendiario. Ya no más. Que la rabia no inunde los corazones de los bogotanos. Hay una ciudad en medio, una sociedad colombiana que merece mucho más que una batalla entre dos pesos pesados de la política colombiana. No más. Ni tampoco un funcionario que, por sentirse perseguido de alguna manera, dé el mal ejemplo de que es intocable por la institucionalidad. Por favor: un cambio de actitud.

 

Por El Espectador

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