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¿Metro o carreta?

DESDE HACE 73 AÑOS VIENE hablándose de la posibilidad de hacer un metro en Bogotá.

El Espectador
28 de mayo de 2015 - 02:02 a. m.

Desde 1942, cuando el entonces alcalde Carlos Sanz de Santamaría propuso la construcción de uno para una ciudad que en ese momento era apenas una urbe en crecimiento, hasta hoy, cuando la idea aún no se cristaliza de forma material pero existe en los planes del Distrito.

Esta semana, el presidente Juan Manuel Santos le entregó al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, un cheque simbólico (sí, simbólico) para construir la primera línea del metro. Son $9,6 billones, el 70% del costo total de la obra si llegara hasta la calle 100. El restante 30% —$ 4 billones— iría por cuenta del Distrito. Es un paso importante, sí, pero, como informamos en este diario el día de ayer, sigue siendo una promesa: para que tenga materialidad física hace falta la emisión del documento Conpes por parte del Gobierno (donde se comprometan los recursos) y que el Distrito defina de dónde sacará la plata que le corresponde. Esos son dos grandes pendientes en el aspecto económico.

En cuanto a voluntad política, también caben ciertas dudas: varios sectores se han quejado de que esta “Agenda por Bogotá”, que viene de la Casa de Nariño, coincida tan a la medida con lo que vimos en marzo de 2014 (plena época de elecciones, vaya, vaya), llamado en ese momento “Pacto por Bogotá”: un compromiso del Gobierno Nacional con propuestas de movilidad y seguridad del cual, según nos ha contado la representante a la Cámara de la Alianza Verde Angélica Lozano, aún no existe documento Conpes que le dé vida.

El metro de la capital no puede seguir siendo una promesa de campaña política que asegure ganar unas elecciones locales. Ya es hora de que las promesas se conviertan en realidad: podemos ver una ciudadanía cansada de esa incapacidad para sacar adelante un proyecto que en otras ciudades latinoamericanas es noticia vieja. Es una especie de vergüenza que Bogotá, habiendo estado a la vanguardia con el novedoso sistema de Transmilenio, no sea capaz de reinventarse y avanzar hacia un futuro donde el transporte público no sea un calvario.

Hay, por así decirlo, tanto oportunidades como amenazas para la construcción de esta obra. Lo importante es que el proyecto no quede como un saludo a la bandera y que el próximo alcalde de Bogotá, sea de la Unidad Nacional o de la oposición, no vaya a empezar desde cero la cosa sino que, teniendo un terreno abonado, pueda sacar los mejores frutos. Por supuesto, la propuesta que deje el alcalde Petro podrá ser revisada eventualmente, ni más faltaba. Pero hace falta acá esa filosofía de “construir sobre lo construido” que tuvo Bogotá durante tantos años en los que floreció.

Punto aparte es lo que hoy resulta obvio: el metro no basta. Para tener una ciudad moderna se requieren medidas integrales. Dicho de otro modo, necesitamos más creatividad urbanística. Por ello hay que destacar que desde el mismo Gobierno Nacional se haya hablado (prometido, sigamos siendo precisos) de acompañar el metro con cuatro trenes de cercanías para conectar a Bogotá con los municipios que la rodean.

Pues, manos a la obra. Porque el tema del metro comienza a sonar como un mal chiste. Son 73 años y un desfile de alcaldes y presidentes hablando de lo mismo. Menos carreta, por favor, que así no llegamos a ninguna parte.

 

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Por El Espectador

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