No estigmaticemos a las universidades

El Espectador
05 de julio de 2017 - 09:00 p. m.
Ignacio Mantilla, rector de la Universidad Nacional, fue una de las voces que pidió no asociar esa universidad con los presuntos responsables del atentado en Centro Andino. / Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador
Ignacio Mantilla, rector de la Universidad Nacional, fue una de las voces que pidió no asociar esa universidad con los presuntos responsables del atentado en Centro Andino. / Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador

El tratamiento que las autoridades, los medios y los ciudadanos les hemos dado a las investigaciones por el atentado terrorista en el centro comercial Andino plantea una pregunta que el país no puede ignorar: ¿estamos estigmatizando injustamente a las universidades por lo que hacen algunos de sus miembros?

Desde que se empezaron a conocer avances en las investigaciones contra los presuntos responsables, las autoridades, además de señalar al Movimiento Revolucionario del Pueblo (Mrp), dijeron que los mencionados tenían relaciones con “extremistas” de la Universidad Nacional. Ese lazo fue entonces replicado en diversos espacios del debate nacional.

Varias voces de protesta se alzaron pidiendo que no se estigmatice a una universidad entera por el actuar de unos. Ignacio Mantilla, rector de la Universidad Nacional, condenó el atentado y las asociaciones “temerarias”. Se habló en varias ocasiones de una estigmatización de las universidades públicas. Surgen, entonces, dos preguntas esenciales: ¿es habitual estigmatizar a las universidades públicas? ¿Tiene algo que ver la Nacional, o cualquier universidad, con el actuar delictivo de algunos de sus miembros?

Sobre lo primero, es cierto que es común en Colombia que se asocie a las personas investigadas por ciertos delitos con las universidades de las que salieron. Este no es, claramente, la primera vez que ocurre con la Universidad Nacional. Sin embargo, también ha sucedido con universidades privadas. En casos como el de Fabio Andrés Salamanca o Luis Andrés Colmenares, los implicados han sido presentados en múltiples ocasiones como estudiantes de la Universidad de los Andes. ¿Es ese dato relevante?

Moisés Wasserman, exrector de la Nacional, dio una excelente respuesta a ese interrogante en Semana: “El problema es que se han generado estereotipos simplistas que llevan a la discriminación y se vuelven tendencias perversas de exclusión de personas en la sociedad. Nadie debe ser condenado ni absuelto por el lugar donde vive o donde estudia. (...) De la Universidad Nacional ha salido Alfonso Cano, pero también Carlos Lleras Restrepo y muchas otras personas. El hecho por sí mismo no quiere decir nada”. Es apenas lógico.

Esta reflexión debería invitar a que todos los involucrados en el debate público, incluyéndonos a los medios de comunicación, cuestionemos la utilidad pública de enlazar a los presuntos criminales con sus universidades.

Especialmente porque la universidad pública, sobre todo, está en medio de una crisis de reputación que debería convertirse en prioridad nacional. Según información de Ser Pilo Paga, el 84 % de los pilos prefieren entrar a universidades privadas, especialmente por las oportunidades laborales que éstas representan para su desarrollo profesional. Eso es una invitación a preguntarnos qué medidas deben tomarse para que la educación pública pueda ofrecer lo mismo.

Pese a todas sus dificultades presupuestales, la Nacional a menudo lidera las mediciones de calidad. Eso hay que potenciarlo. Un primer paso es abandonar los estigmas. Pero el trecho es largo y no podemos quedarnos ahí. Son muchas las necesidades desatendidas de las universidad públicas.

No se trata, por supuesto, de desprestigiar a las instituciones privadas que están haciendo muy bien su trabajo, sino mostrarle al país cómo todos los colombianos se benefician de un sistema educativo público robusto, respetado y sostenible. Que los mejores estudiantes de Colombia tengan suficientes incentivos para considerar en igualdad de condiciones a las universidades públicas y las privadas. Además porque, más allá de los pilos beneficiados, que son un porcentaje pequeño entre todos los universitarios colombianos, las públicas son una excelente oportunidad de darles una educación de calidad incluso a aquellos que no sobresalieron en la secundaria. Ese es un derecho de todos.

 

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Por El Espectador

 

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