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No valió la pena

Llegamos, por el más tortuoso e insalubre camino, prácticamente al punto de inicio del nuevo esquema de recolección de basuras en Bogotá a que obligaba la finalización de los contratos de concesión privada.

El Espectador
20 de diciembre de 2012 - 11:00 p. m.

Tras un caótico comienzo de la operación pública planteada por el alcalde Gustavo Petro en su “batalla” —sus palabras— contra los operadores privados, terminamos negociando con ellos su continuidad para salvarnos de la crisis sanitaria que se avizoraba. Como lo hemos dicho en estas páginas desde el comienzo, incluso el martes cuando comenzaba la nueva operación, insistimos ahora: el propósito final del planteamiento del alcalde es impecable, pero ¿se justificaba tomar ese camino de la terquedad y la confrontación para llegar a él? No, claro que no. Y lo que sucedió terminó dándonos la razón, pero a un costo demasiado alto para la ciudad.

El alcalde Petro ha reconocido ayer su error ante la evidencia incontrovertible de una ciudad plagada de basura. Por fortuna, dejó a un lado la Alcaldía su insistencia en que los responsables de la “apariencia” de crisis éramos los medios de comunicación en alianza con los operadores privados y activos ciudadanos de oscuros intereses en las redes sociales. La teoría de la conspiración quedó sepultada por las bolsas de basuras a la vista de todos.

Siempre será loable que se reconozcan los errores, pero cuando han sido producto de la soberbia, sin la cual hubieran sido evitables, no alcanzan a merecer aplauso. Y menos si pretende el alcalde hacernos creer que el caso se debió “al pico de Navidad” y no a la imprevisión de su plan (¿no sabían sus expertos asesores que en Navidad se presentaba un pico?). Cuando un mandatario decide embarcarse en una profunda transformación, lo mínimo que tiene que hacer es planificar, estudiar el entorno, diseñar la estrategia, definir los recursos humanos y materiales, medir los riesgos... Todo era previsible, todo se dijo desde un comienzo, todo se pudo haber evitado con un ánimo de negociación y no de “batalla”, pero no hubo oídos en la Alcaldía dispuestos a escuchar.

Ahora el alcalde nos invita en sus trinos a ver el vaso medio lleno. Destaca que hoy 5.948 recicladores se están remunerando como operadores empresariales, que hoy existe un operador público para la mitad de la ciudad y que los privados han regresado en condiciones diferentes para evitar los $500.000 millones que, según dijo ayer la contralora Morelli, hemos pagado los usuarios de manera injustificada durante los últimos años. Cierto es que todo comienzo es traumático y que este caos evitable no significa que el proyecto ya haya fracasado. Pero sí le hizo mucho daño, pues su implementación no sólo requiere del montaje operativo adecuado, sino de un cambio de la sociedad para hacerlo viable; y lo que estos días provocaron fue una grave desconfianza ciudadana en el proyecto.

¿Es rescatable? Sí, pero falta mucho. No se puede celebrar como éxito, por ejemplo, esa recolección deficiente y de dudoso cumplimiento de las normas ambientales que se está haciendo, en volquetas y con un esfuerzo rayano en lo inhumano de los trabajadores. Que tienen, sí, un contrato con todas las de la ley que antes no tenían, pero que están trabajando en condiciones absolutamente inadecuadas. Para las demás celebraciones del alcalde habría que tener mejor información antes de poder opinar.

Hecho el daño, empero, todos debemos mirar hacia adelante con la ciudad como prioridad. Quizás el habernos afectado tan de cerca por las basuras haya permitido resaltar la importancia del objetivo final. Ojalá, el caos de este comienzo le permita al alcalde y su círculo abandonar la terquedad en favor del objetivo. Con el pasar de los días, veremos si hay un proyecto que se pueda enderezar y sea viable hacia un mejor y más justo manejo de la basuras en Bogotá. Pero no, no era necesario llegar a este caos para labrar ese futuro posible y, sobre todo, necesario.

Por El Espectador

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