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Nuevos altos mandos

Tras reunirse con su Ministro de Defensa, el presidente Juan Manuel Santos anunció el lunes en la noche que cambiaría toda la cúpula militar. Este cambio drástico, ya en la recta final de su gobierno, era algo que se venía rumorando. Una de esas habladurías que se cuelan desde Palacio que terminan por volverse realidad.

El Espectador
13 de agosto de 2013 - 10:48 p. m.

Pero ¿por qué? ¿Por qué ha decidido el presidente Santos dar este salto, dar este giro un tanto drástico en un proceso que podría tener continuidad? Choca un poco con el discurso que ha dado en los últimos días para callar a sus opositores: que la seguridad está bien, que no hay problema con negociar el conflicto mientras éste sigue. Si es así, ¿por qué el cambio?

Habrá que analizar a los nuevos miembros de esta cúpula para entender un poco al presidente. Por lo menos mucho más allá de su discurso: dice que esto se trata de “debilitar aún más a los grupos terroristas y sus fuentes de financiamiento; ofrecer una mayor cercanía e interacción con la población civil”, entre otros temas. Las voces suspicaces han dicho que se trata de una cúpula que, más allá de todo lo dicho, sirva para tener un panorama de gestión militar en el posconflicto, en el que el presidente parece confiar. Puede ser.

Miremos las cartas, entonces. Sergio Mantilla, que se venía desempeñando como comandante del Ejército Nacional, fue reemplazado por Juan Pablo Rodríguez, quien fuera comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales. Es decir, un ala absolutamente militar, de combate, pero también (y eso no hay que olvidarlo) de campo, de conocimiento de los contextos con la población civil.

De igual corte es Leonardo Barrero, antiguo jefe del Comando Conjunto del Suroccidente, quien, como en un salto con garrocha, pasa a ser el comandante general de las Fuerzas Militares, reemplazando a Alejandro Navas, un militar ejemplar que no solamente demostró liderazgo dentro de la tropa sino que a la vez apoyó el proceso de paz con la guerrilla, todo esto enmarcado dentro de una mirada moderna del oficio.

Estos dos nuevos miembros de la cúpula son, pues, troperos. ¿Qué significa eso? Muy probablemente se trata de un intento por dar más resultados en seguridad, por un lado, de que se consolide la confianza en el interior de las fuerzas y hacia arriba (con el ministro Juan Carlos Pinzón) y que, finalmente, y para el posconflicto, pueda haber un conocimiento del campo, que claramente tienen. Además, en las zonas donde mayor presencia tiene la guerrilla de las Farc.

En Armada, Policía y Fuerza Aérea también hubo cambios. El general Rodolfo Palomino (el más conocido en esta serie de relevos) fue nombrado como director de la Policía Nacional, reemplazando al general José Roberto León, el único previsible para el cambio: ya lo habíamos oído diciendo que “con razón la gente extrañaba a Uribe”. Eso, para el presidente Santos, no podría ser leído sino con desconfianza.

El general Guillermo León fue nombrado como nuevo comandante de la Fuerza Aérea en reemplazo de Tito Saúl Pinilla. Y, finalmente, al comando de la Armada llegó el almirante Hernando Wills, en reemplazo del almirante José Roberto García Márquez.

Con todo, lo que tenemos es una cúpula nueva a la que casi todos llegan con un bajo perfil. ¿Cómo afectará esto el conflicto? ¿O su solución? ¿Qué pasará con la opinión de la paz, tan clara en Alejandro Navas? Esas preguntas aún quedan abiertas. Sin embargo, este cambio de las cartas puede resultar positivo, esta especie de oxígeno que se da en la recta final.

Por El Espectador

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