La OEA y el tabú de las drogas

La OEA dio un significativo paso en Guatemala en materia de drogas.

El Espectador
26 de septiembre de 2014 - 01:25 a. m.

La reciente resolución que se aprobó en ese sentido airea el debate hemisférico al respecto. ¿Cuál es el balance de la “guerra” contra las drogas? ¿Cuáles errores se han cometido? ¿Qué hacer frente a las nuevas realidades de la producción, tráfico y consumo? Las respuestas a estas y otras preguntas permitirán diseñar nuevas estrategias conjuntas de acción frente a este flagelo. De ahí la importancia de lo logrado por el organismo regional, a pesar de que quisiéramos que se fuera más allá en las decisiones adoptadas.

“En la OEA se rompió el tabú sobre la política antidrogas”, dijo la canciller, María Ángela Holguín, al hacer un balance de lo logrado en Guatemala. No le falta razón. Hasta hace pocos años era una herejía proponer que se adelantara un balance sosegado sobre lo logrado y pensar en nuevas alternativas para tratar este espinoso asunto. Quien levantara la cabeza en los escenarios multilaterales para hacerlo corría el riesgo de quedar con el sombrero de paria, a pesar de que las voces sensatas que pedían una revisión del tema iban en aumento. Vea pues.

Ese nudo gordiano se comenzó a romper durante la Cumbre de las Américas en Cartagena. El presidente Santos se dio la pela de plantear el tema frente a sus pares de la región. Fue una apuesta arriesgada, pero le funcionó. Algunos países como Estados Unidos, normalmente reacios a la consideración de una perspectiva distinta, terminaron por aceptar que se hablara del tema. Eso sí, aclarando que no implicaba un cambio en su posición. Precisamente de eso se trataba, de abrir el debate y buscar nueva políticas en los foros multilaterales, sobre la base del consenso.

Sin embargo, para lograrlo hay que entender varias realidades. Primero, que la batalla, como bien lo señaló la canciller Holguín, no se ha ganado. Existen logros importantes y victorias parciales en algunos países, y frente a algunas de sus variables, como en el caso de Colombia. Ello, sin embargo, a lo que conduce es a que se desplacen los lugares de cultivo, producción, tráfico, lavado de activos y, al final, aumente el consumo en otros países. Esa es una realidad frente a la que algunos gobiernos de la región prefieren hacerse los de la vista gorda. El que no esté en su radar no implica que no termine por llegarles alguna de estas plagas. De ahí la importancia de actuar a tiempo, de manera consensuada y con todas las cartas en la mano para saber cómo jugarlas en el momento preciso.

Ese fue uno de los grandes logros de Cartagena. Los jefes de Estado le dieron a la OEA un mandato para que se hiciera un estudio sobre el tema. Su secretario general, José Miguel Insulza, entregó al presidente Santos en 2013 un documento en el cual se plantearon cuatro escenarios posibles de acción. Esto motivó la realización de dos asambleas de la OEA en Guatemala, una el año pasado y ahora esta segunda, con resultados muy positivos.

Lo que se aprobó allí puede parecer de simple sentido común, pero nunca se había puesto de esta manera en una resolución de un ente multilateral: que el tema del consumo pase a ser abordado como un tema de salud y prevención; que haya una nueva perspectiva judicial; que se encuentren alternativas al encarcelamiento, en especial en el caso de jóvenes y mujeres que actúan como “mulas”, o que se defina una nueva perspectiva de cooperación multilateral, entre otros temas. Lo anterior, por supuesto, con un compromiso hemisférico de lucha sin cuartel contra el narcotráfico.

De aquí, con esta bandera que asume América, el tema se llevará a la ONU para que se considere como un insumo en la Asamblea Especial que tendrá lugar en 2016. Cada uno de estos pasos adelantados irán permitiendo armar el mecano del complejo tema de las drogas en toda su dimensión. Y así, las decisiones hemisféricas tendrán un alcance mundial. Que así sea.

Por El Espectador

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