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Oír a las víctimas

Desde La Habana, Cuba, los delegados plenipotenciarios de la guerrilla de las Farc y el Gobierno colombiano enviaron una buena noticia para la sociedad: la inclusión de las víctimas del conflicto en buena parte de los ciclos de conversaciones que vienen, integrándose a ellos a partir del próximo 16 de agosto.

El Espectador
19 de julio de 2014 - 03:54 a. m.

Y, claro, como todo buen ejercicio estadístico, la metodología para la escogencia ha sido seleccionar una variedad de personas que representen la totalidad de violaciones a los derechos humanos que se han cometido. “Todo el universo”, como dice, con estilo académico, el comunicado conjunto. Algo que vemos imposible en la práctica, pero sí concebible con un mínimo margen de error para que sea viable en términos reales.

Ya hablamos en este diario de que “la Organización de Naciones Unidas en Colombia y el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz de la Universidad Nacional, en consulta con diferentes asociaciones de víctimas del conflicto”, estarán a cargo de escoger las comitivas de las víctimas y de aplicar los criterios convenientes para que, repetimos, el margen de error sea mínimo. Deberán ser, además, personas que estén directamente relacionadas con el conflicto: víctimas directas, no representantes.

Esto es fundamental. Hace un mes dijimos en este espacio que el reconocimiento es el primer paso para que una víctima encuentre su camino hacia la reparación verdadera, y pasar del deplorable “quizás, quizás, quizás” con el que Jesús Santrich se burlaba de ellas a que vayan a la mesa para poner allí sus puntos y peticiones de cara a cara con los representantes de ambos bandos, es una noticia para celebrar. Enhorabuena hay una puerta abierta que se nos antoja bastante clara para que este proceso, más que ningún otro en la historia reciente de Colombia, llegue a buen puerto. Con todas las de la ley.

Y todo esto, tanto en la lógica guerrillera como en la del Estado, puede convertirse en lo que las víctimas han estado esperando desde hace un buen tiempo. ¿La razón? Llegó la hora —ojalá— de llamar las cosas, las responsabilidades sumadas de parte y parte que han bañado de sangre a este país, por el nombre que les corresponde. Actos. Personas. Cargos. Delitos. Lugares. Todo, en fin. Y que las víctimas tengan certeza de que todo esto se sabrá a gran escala en el futuro. Para todas ellas. De esa forma es como van cicatrizando las heridas profundas de un conflicto de medio siglo.

Para ello bien podrían mirarse con lupa las conclusiones que salieron del primer Foro de Víctimas, organizado en Villavicencio por la ONU en Colombia y el mismo Centro de Pensamiento para la Paz de la Universidad Nacional: cosas como algunas modificaciones para la aplicación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras de 2011, una comisión que esclarezca las causas y los crímenes cometidos por las partes en desarrollo de la guerra y políticas públicas para implementar durante el posconflicto, que brinden garantías de no repetición, el último paso.

Así las cosas, lo urgente es oír a las víctimas y estructurar una metodología alrededor de ellas para que el fin del conflicto llegue de la forma correcta, como mandan los cánones. Harta evolución hay desde que había apenas un registro en la agenda, un punto por cumplir, hasta esta realidad que se viene pronto. Ojalá muy pronto.

Por El Espectador

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