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Otro fallo, otras reacciones

Chile y Perú, dos países muy cercanos a Colombia, no sólo por la vecindad geográfica, sino por ser socios en la Alianza del Pacífico, amén de otros temas importantes, acaban de recibir con gran mesura un fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en materia limítrofe.

El Espectador
29 de enero de 2014 - 11:00 p. m.

Los presidentes Piñera y Humala ya habían anunciado con anterioridad que respetarían el fallo y, aunque llevará un tiempo implementarlo, el acatamiento a la decisión en La Haya, en Lima y Santiago, es un ejemplo para la región.

No se hicieron esperar las reacciones y los análisis sobre ganadores y perdedores. La forma simple que se tiene para saber cómo le fue a cada país es normalmente una sencilla operación matemática: cuántos kilómetros, terrestres o marítimos, tenía cada país al arrancar el litigio y con cuántos quedó al conocerse el fallo. Aplicando sumas y restas, se calcula que Perú obtuvo cerca de 50.000 kilómetros cuadrados de mar. En ese sentido el triunfo peruano, a pesar de no haber obtenido todo lo que se pedía, es innegable. De ahí que la reacción del presidente Ollanta Humala haya sido la de anunciar que acatará y ejecutará el fallo a la brevedad posible, pues atiende en un 70% sus pretensiones. Y, lo más importante, dejar en claro que se sintió “complacido por esta solución de paz”.

Del lado chileno, entretanto, las cosas no parecen ser tan graves como se podría pensar. Es un hecho que el mapa del país austral será más pequeño en su soberanía marítima. Empero, para su industria pesquera, elemento vital de la economía en dicha zona, en las 80 millas náuticas que retiene Chile de línea recta se concentra más del 90% de la pesca. Es decir, unas son de cal y otras de arena, como reza el dicho popular.

Sin embargo, hay una parte de la sentencia que todavía dará de qué hablar, y mucho, entre los dos países. La Corte dijo que el fallo no ajustó las coordenadas precisas que redefine, sino que “espera que sean determinadas (bilateralmente) con espíritu y buena voluntad vecinal”. Es decir, en plata franca, que vendrá un proceso de negociación para determinar los alcances finales de la decisión y saber a ciencia cierta cuánto se ganó o se perdió. Esa es una tarea pendiente en la que todo parece indicar que primarán la cordura y el buen entendimiento, a pesar de que no se descartan algunas fricciones, propias de todo proceso de definición de coordenadas.

Con estos antecedentes en mente es imposible no hacer una comparación con lo que han vivido Colombia y Nicaragua en los últimos 14 meses. Con nuestro país en particular, donde en lugar de apreciar el fallo con prudencia, ajustándose a las realidades concretas y sin ondear la bandera del falso nacionalismo, se le hubiera podido explicar al país de mejor manera el alcance y las reales dimensiones del fallo en La Haya. Como lo hemos mencionado antes en este espacio, ya va siendo hora de que dejemos de lado los apasionamientos y que se vayan decantando los sentimientos nacionalistas. ¿Se podía perder lo que nunca se tuvo? Esta es una pregunta que, por dura que sea, merece una respuesta basada en hechos y no en emociones.

Santiago y Lima entran ahora a definir unas coordenadas pendientes. El ambiente es propicio. Algo similar deberían hacer Colombia y Nicaragua para zanjar de una vez por todas este engorroso problema en el Caribe. Frente a quienes ondean las banderas de guerra, no se ve más alternativa que el diálogo y la negociación directa entre los dos países.

Por El Espectador

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