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Pacto por la Sabana de Bogotá

El debate debe evolucionar de la sola defensa de un espacio rural con uso agropecuario y forestal a abordar la realidad de una gran región urbana emergente.

El Espectador
07 de mayo de 2016 - 02:19 a. m.
La pregunta en torno a la reserva del borde norte de Bogotá no contempla solamente los valores de conservación, que sin duda allí existen, sino cómo vincular los sistemas ecológicos actuales y futuros con el bienestar humano. / Archivo El Espectador
La pregunta en torno a la reserva del borde norte de Bogotá no contempla solamente los valores de conservación, que sin duda allí existen, sino cómo vincular los sistemas ecológicos actuales y futuros con el bienestar humano. / Archivo El Espectador

El pacto por los páramos del macizo de los Nevados es un ejemplo para el país. Gobernadores, alcaldes, corporaciones regionales, organizaciones civiles, sin importar diferencias políticas, han demostrado que es perfectamente posible hacer un pacto por el territorio. Y ese ejercicio se nos antoja ejemplar frente a los dilemas que presenta la Sabana de Bogotá, en donde somos expertos en maximizar nuestras diferencias, a tal punto que hoy ni siquiera parece legítimo plantear que estamos frente a un grave problema.

Tiene razón el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, cuando señala los efectos nocivos de la mala urbanización de la Sabana. Aun sin datos, es contundente la evidencia visual que hace explícito el mal camino que recorremos en la ocupación de este territorio. Controvertible resulta, eso sí, como lo hemos dicho en este espacio, que presente a la Reserva Forestal Van der Hammen como parte del problema, y su urbanización como determinante en la solución.

La forma inadecuada como el burgomaestre ha tramitado este debate ha desplegado un velo de desconfianza que termina desplazando y aplazando el importante debate. La Reserva Van der Hammen podría quedar empantanada en un debate institucional y jurídico que llegaría hasta las cortes y los organismos de control sin definiciones a la vista. Mal futuro. Y eso mientras avanzan proyectos como el nuevo aeropuerto, un tren de cercanías, la Transversal de Oriente y otros más, que anuncian una mayor urbanización, no siempre con la calidad mínima urbanística. Un futuro sin duda indeseado.

Para empezar a transitar hacia una solución, el debate debe evolucionar de la sola defensa de un espacio rural con uso agropecuario y forestal a abordar la realidad de una gran región urbana emergente. La pregunta en torno a la reserva del borde norte no contempla solamente los valores de conservación, que sin duda allí existen, sino cómo vincular los sistemas ecológicos actuales y futuros con el bienestar humano. La Sabana de Bogotá podría ser, así, uno de los espacios más dinámicos de una transformación jalonada por políticas nacionales y fuerzas económicas que hoy parecen desbordadas en el territorio.

Un grupo de parlamentarios propone ahora un debate y acuerdo en torno a la Sabana de Bogotá como un ejercicio de paz territorial, un pacto político y social que se necesita con urgencia. Y que debe partir de un acuerdo respetuoso entre los 24 municipios al que se debe sumar el actor central: el Gobierno Nacional. Un principio general sería el compromiso de descongestionar el crecimiento económico por debajo de los 2.600 metros sobre el nivel del mar, es decir, una nueva política de poblamiento del país. Pero mientras eso sucede, hay que mirar con realismo la Sabana de hoy, con el liderazgo pendiente del Departamento Nacional de Planeación y del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Porque la Ley 99 de 1991 define que la Sabana de Bogotá es de interés ecológico nacional. Y lo ecológico no es sólo para lo natural o lo rural, sino también para lo urbano.

Hoy aparece la Sabana como un espacio de crecimiento urbano policéntrico, con algunos ejes que van hacia la conurbación. Podemos aspirar a una sabana con áreas agropecuarias consolidadas y una red ecológica de áreas protegidas, y corredores e infraestructura verde, que enmarquen el desarrollo de la nueva infraestructura vial y urbana. La ciudad regional debe inscribirse en un gran proyecto ecológico nacional. ¿Seremos capaces de sumarnos a este gran reto por el bienestar y la paz territorial?

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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