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Parte positivo

La llegada de tres representantes del bloque Sur de la guerrilla de las Farc a la mesa de negociaciones de La Habana, Cuba, es, cuando menos, un mensaje positivo dentro de todo el entramado de este proceso de paz.

El Espectador
05 de marzo de 2014 - 02:31 a. m.

 No es poco: informábamos en este diario el día sábado que, mucho más allá del prontuario delincuencial de cada uno de ellos, que genera natural rechazo e indignación, el aporte de su presencia es singular a la hora de hacer una negociación. Porque la conversación, si quiere llevarse a un buen término, debe hacerse entre enemigos. Y si son los más sanguinarios y radicales, con más veras es deseable que estén integrados a cualquier acuerdo.

Desconfiábamos en estas páginas (que han apoyado estos diálogos) de la entera disposición de la guerrilla toda por este acercamiento con el gobierno de Juan Manuel Santos: ¿hay una disidencia que trata de torpedear el esfuerzo de ambas partes? ¿Está perdiendo la guerrilla línea de mando en algunos de sus frentes? ¿Si es así, por qué no se lo dicen a Colombia entera?, son algunas de las preguntas que desde acá hemos lanzado.

Con esta llegada se disipan (al menos un poco) esas dudas. Y por ahí derecho, otras: ¿con quién más, si no con el Bloque Sur, que le dio un giro al conflicto cobrando por el “gramaje” hace 20 años y luego incursionando de fondo en el tema de la financiación con dineros provenientes del narcotráfico, podría discutirse el capítulo de cultivos ilícitos que hoy está sobre la mesa? Positivo, entonces, que se hayan integrado a la negociación.

Uno, José Benito Cabrera, alias Fabián Ramírez, se convirtió hace muchos años en el número uno a cargo de las finanzas de este bloque del grupo guerrillero: perfeccionó el cobro de impuestos en la cadena productiva de la coca. Mucho después, cuando empezó a pensarse en una de las salidas negociadas a este conflicto, logró organizar programas de productos alternativos al de la hoja de coca.

El segundo, Jairo Martínez, es un movilizador de masas sin par, que logró, durante los fallidos diálogos del Caguán entre la guerrilla y el gobierno del expresidentes Andrés Pastrana, organizar y liderar toda una serie de figuras e instituciones guerrilleras que funcionaban a manera del Estado ausente que allí imperaba.

El último, Fidel Rondón, explosivista, conocedor de todo tipo de minas y de cilindros bombas, como comentaba la periodista Gloria Castrillón, abre la puerta a la discusión con las Farc de un tema central para el postconflicto, cual es el tema del desminado humanitario. ¿Se comprometerá las Farc con un proceso serio para despejar el país de su barbaridad? Pueda ser.

Lo cierto es que para el posible éxito de las negociaciones era imposible dejar a un lado la presencia, al menos simbólica, de uno de los frentes más sanguinarios de las Farc. La sociedad colombiana no debe olvidar, como dijimos en un principio, todos los crímenes que estos tres hombres han cometido (narcotráfico, secuestros de personas, minas antipersonales, respectivamente), pero debe saber, también, que la paz es más viable, es más efectiva a futuro, si los radicales aceptan sentarse a discutir.

Justicia proporcionada, verdades dichas, reparaciones hechas y garantías de no repetición son cosas exigibles en todo proceso de justicia transicional. Y si tenemos sentados hoy a quienes más nos generaban dudas dentro de todo el proceso, no podemos hacer otra cosa que dar un parte positivo. El mensaje lo es, al menos.

Por El Espectador

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