Poder burlarse

Estados Unidos es uno de esos países paradójicos: con una sociedad que a veces raya en lo recalcitrante y conservador (echarles un vistazo a los programas de opinión basta y sobra para comprobarlo), es a la vez una democracia admirable en términos de libertad de expresión: las más controvertidas opiniones tienen lugar.

El Espectador
19 de diciembre de 2014 - 11:00 p. m.

Gran parte del mejor humor político que existe en el mundo proviene de allá y eso se debe, en parte, a que hay una libertad plena para hacerlo: en el ‘prime time’ sobreviven, desde hace años, los programas más agresivos e irreverentes, que no tienen miedo a perder su lugar en la parrilla.

Es por eso una lástima lo que ha sucedido con la película The interview, una burla al líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, en donde hay un plan ficticio de la CIA para matarlo, con la ayuda de dos periodistas interpretados por James Franco y Seth Rogen, quienes en la trama logran un permiso especial para entrevistarlo. Eso desató la ira de un gobierno que está bien lejos de ser una democracia que respete la libertad de expresión: en abril, dos oficiales de la embajada norcoreana en Londres le reclamaron al dueño de una peluquería que sacara un cartel del jefe supremo en donde se leía: “¿Tienes un mal corte de pelo?”. Y de ahí para arriba, cualquier muestra de irrespeto hacia él será castigada con puño de hierro. Bajo este régimen viven los norcoreanos. Pero su intolerancia se expande por el mundo: un grupo de piratas informáticos, llamados Guardianes de la Paz, han hecho serias amenazas en contra de la productora Sony, filtrando información secreta que nadie tendría que conocer. Y así, contra la pared, en una decisión sin precedentes, Sony canceló la exhibición de la película. El gobierno de Corea del Norte felicitó a esos cruzados informáticos, negando algún tipo de relación con ellos. Tamaña testarudez.

Ahora tenemos ese nuevo fenómeno haciendo carrera por el mundo: un tipo de terrorismo informático que trasciende las fronteras sin levantar polvo. Una herramienta que en su momento se erigió como estandarte de la libertad para que la población se pudiera levantar contra los gobiernos y su poder, ahora usada para todo lo contrario: el poder de un régimen en contra de las expresiones ciudadanas. Muy bonito.

Y lo peor: vemos a una democracia ejemplar en términos de libertad de expresión siendo acallada por un régimen que no la respeta. Y a causa de una burla. No puede ser que en eso estemos a estas alturas de la historia humana.

Mucha gente en Estados Unidos se ha manifestado en contra: “¿Van a retirar de las pantallas cualquier película que reciba una amenaza anónima?”, dijo el director Judd Apatow. “Un mal día para la libertad de expresión”, lamentó el comediante Steve Carell. Y así: las críticas no paran. Es bastante molesto que por orden de unos piratas informáticos una producción que costó millones de dólares sea cancelada: pierden el escritor y el productor y el director y los actores. Todo el trabajo por el piso. Pero por sobre todo, pierde la sociedad, que ya lo pensará dos veces antes de acometer una crítica a gran escala de un muchacho norcoreano que gobierna un país. Muy mal.

La película debería ser transmitida sin dejarse censurar por las amenazas. No hacerlo, finalmente, es darles la razón a los intolerantes y a su juego, decirles que esta es la forma correcta de proceder. Y no. Claro que hay que tener cuidado y prever cualquier anomalía, pero esto es nefasto para la libertad de expresión.

Por El Espectador

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