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Política y literatura

EL RECIENTE INTENTO DE VETO que pretendieron imponerle algunos sectores del intelectualismo peronista argentino a Mario Vargas Llosa, para que no pronunciase el discurso inaugural de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se iniciará el próximo 21 de abril, volvió a abrir un viejo e intrincado debate: política contra literatura.

El Espectador
04 de marzo de 2011 - 11:00 p. m.

 Como lo señaló el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, la intención de prohibir la intervención del Nobel, promovida por el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, “revive el viejo rito de la quema de brujas”.

“Mi impresión es que es un grupo muy pequeño de intelectuales que sirven al gobierno en puestos públicos y que no sé si actúan por principios o defendiendo sus puestos”, dijo Vargas Llosa, y aclaró que esperaba que el reclamo no hubiera sido impulsado por la presidenta Cristina Fernández.

Una vez puesta al tanto del asunto, Fernández pidió que no se dejara “la más mínima duda de la vocación de libre expresión de ideas políticas en la Feria del Libro”, según lo aclaró el propio González. Sin embargo, la herida ya se había abierto. Escritores y pensadores del mundo entero se refirieron al asunto recordando, entre otros hechos, aquel que tuvo como protagonista a Jorge Luis Borges en 1946. Juan Domingo Perón acababa de ser elegido como presidente de los argentinos y en uno de sus primeros actos de gobierno nombró a Borges como Inspector de Aves y Conejos en los mercados públicos.

El escritor, que hasta entonces era director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, rechazó el nombramiento, por supuesto, y se dedicó a plasmar en sus textos su versión sobre el peronismo en punzantes párrafos como “La victoria es de los otros. Vencen los bárbaros, los gauchos vencen. Al fin me encuentro con mi destino sudamericano”.

Quienes pretendieron censurar a Vargas Llosa pasaron por encima de la libertad de pensamiento y de expresión, una actitud desde cualquier punto de vista censurable. Algunos sectores argentinos los señalaron como “ñoquis”, escritores-funcionarios públicos que pasan a cobrar su salario cada 30 días, en alusión a uno de los platos preferidos en el sur, que se prepara, precisamente, los 29 de cada mes.

Escritores pagos por los gobiernos, sean éstos de derecha, izquierda o centro, ha habido y habrá siempre. La voz de los que no tienen voz, por el contrario, es la de los poetas y escritores libres, para quienes no hay cargo ni favor que los haga apoyar o criticar una política o una ideología. La cultura, incluso ideologizada en su discurso, debe mantener su espacio libre y no mezclarse y menos castrarse por los intereses y maquinaciones de la política.

Vargas Llosa estará finalmente en la Feria y será su invitado de honor. Habrá manifestaciones en su contra de diversos grupos oficialistas que le recordarán que en noviembre pasado dijo: “Cristina Fernández es un desastre total. Argentina está conociendo la peor forma de peronismo, populismo y anarquía. Temo que sea un país incurable”. Los antiperonistas, por su lado, aprovecharán el desliz del fallido veto para congraciarse con “la libertad”. Ya ayer, la congresista Diana Martínez Barrios, del partido opositor a Fernández, presentó un proyecto para que se declarase al peruano “huésped de honor” de la ciudad. En el medio están y estarán los imparciales, los desinteresados en estas disputas, que nada tienen que ver con la literatura. Aquellos que pueden decir, como en el poema de Miguel Hernández, “Para la libertad sangro, lucho, pervivo, para la libertad”.

Por El Espectador

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