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Premio a la perseverancia

El lunes de esta semana se premió la constancia. Se premió la voluntad inquebrantable que surge cuando se quiere superar adversidades.

El Espectador
27 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Dos defensores de los despojados de la tierra —tema en boga por estos días de diálogos de paz— fueron galardonados con el Premio Nacional de Paz, con lo que se logra no solamente un reconocimiento justo, sino también un mensaje simbólico que realza la importancia de su lucha: se trata de Carmen Palencia y Gerardo Vega, dos personas que comparten una batalla en favor de los desplazados y los despojados. Con todo lo que eso conlleva.

El premio, que entregan el PNUD, Proantioquia, Fescol, junto con los colegas Caracol Radio, El Tiempo, Semana y Caracol Televisión, cae como anillo al dedo a una actividad que está estrictamente relacionada con la consecución de la paz y con lo descarnado de la guerra. El uso inequitativo de la tierra en este país dio origen en gran medida al conflicto que vivimos, pero además lo propulsa hoy en día: no sólo por la inmensa relación que tiene con los cultivos ilícitos, sino porque la apropiación ilegal o la restitución de la tierra siempre genera una cuota de muertos muy alta.

Que lo digan los propios galardonados, víctimas eternas de este conflicto que buscan terminar por medio de la ayuda a los más desprotegidos.

Palencia dirige la fundación Tierra Vida, que ha crecido mucho más lejos de las fronteras del Urabá, y apoya a casi 9.000 reclamantes de tierra. Su ayuda es fundamental, porque es una guía dentro de los recovecos burocráticos de este tipo de procesos: la cultura grupal, la acción del reclamo y la guía para caminar los senderos correctos constituyen su labor. Una labor de años enteros, prácticamente la mitad de su vida, que se ha reflejado en la muerte de su primer esposo, en el municipio de Valencia, Córdoba, a manos de grupos paramilitares, y en un atentado que la dejó en coma en California, un municipio de Urabá. Todo relacionado con la tierra. Hace un año las principales organizaciones de víctimas la hicieron su vocera.

Vega, por su parte, es un abogado que usa el derecho como un instrumento de cambio social. Su recorrido es amplio e incluye haber sido consejero presidencial en la época de Ernesto Samper Pizano —con exilio incluido por amenazas—, coordinador de la Comisión Nacional de Reparación para Antioquia y la creación de Forjando Futuros, una fundación que busca asesorar legalmente a las víctimas, así como capacitarlas para generar procesos democráticos mucho más amplios. Asimismo, el tema de tierras está en la mira. Él asesora en casos de restitución.

Es muy importante el tema rural para lograr la paz. Casi que se trata de la piedra angular para llegar a ella. El apego por la tierra, los negocios que de ésta se derivan, así como la sangre que ha corrido por su cuenta, crean una relación inescindible entre la una y la otra. Enhorabuena que un premio de esta envergadura sea concedido por el adelanto de trabajos que tengan que ver con la restitución y con la asesoría a las víctimas. La prueba irrefutable de que la paz pende, justamente, de ese hilo, es la creación de los ejércitos antirrestitución, que buscan amedrentar a la población civil y que amenazan a los defensores de derechos humanos. El tema de la tierra no es jugando.

Por lo tanto, resaltar el trabajo de este tipo de personas, sacándolos de la marginalidad y realzando su labor más allá de las opiniones (y a veces agresiones) adversas, luce como una buena noticia dentro de todo este panorama devastador. Además porque sirve para impulsar y fortalecer los procesos. Es una señal para que en La Habana se sepa muy bien de qué se está hablando. Y lo que está en juego.

Por El Espectador

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